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La Historia es caprichosa, juguetona, se resiste a veces a quedarse en eso, en Historia, pierde entonces la mayúscula –se vuelve historia o historias– y es cuando momentos del pasado se solapan con los del presente como en esos sueños donde todo aflora y se confunde sin orden ni concierto. Y en esas andamos. Coges un periódico y no sabes dónde estás, si tú lo lees o él te lee a ti. Que viva la autoficción, suponiendo que eso exista, que posiblemente no y no sea más que la manera universal de contar. Las historias son juguetonas e insistentes. Al cónsul de los Estados Unidos, que era directivo del Mallorca, se le ocurrió una vez pensar en la Sexta Flota –entonces (¿entonces?) tan de moda por estos lares– para llevar a la afición mallorquinista a una final de fútbol y resolver la falta de transporte para salir de la Isla. Aquello no prosperó, como tampoco ha prosperado la intentona del PP de cargar el viaje al Régimen Especial Balear. Ha caído marzo de 2024, hemos llegado a abril, leemos y oímos de la Sexta Flota y, con el Domingo de Resurrección, resucitan lemas y proclamas que parecían olvidados como OTAN no, bases fuera. Es marzo de 1986 a la vez que marzo de 2024 y el partido que de entrada no, se impone ampliamente en el referéndum porque en interés de España, sí. Pero sin la claridad de aquel socialista mallorquín, con cargo federal, que meses antes anticipó la verdadera razón: si cambiamos y tenemos que estar ahí (ahí era la OTAN) habrá que decir la verdad, que nos obligan, que la soberanía nacional es un concepto limitado y que entraremos ahí por cojones (es posible que donde dijo por cojones, se transcribiera por narices). OTAN no, bases fuera y noes a la guerra de épocas distintas vuelven estos días cuando Bertolt Brecht clama por las esquinas de un poema que ya desfila el ejército que marcha pero que no llores, que ya desertarán.