TW
0

«Una mujer valiosa, ¿quién la hallará?» Este primer verso de la canción Éshet Jáyil, un poema a la mujer que figura en el Libro de los Proverbios y que la tradición judía atribuye al rey Salomón, se canta en todas las mesas de shabat todos los viernes por la noche a lo largo y ancho del mundo.

«Se levanta mientras todavía es de noche, y provee el sustento a su casa y la ración a sus doncellas». «Ciñe con firmeza sus lomos y da vigor a sus brazos». «Su boca abre con sabiduría y una enseñanza de bondad tiene en su lengua». «Intuye las necesidades de su casa y no come el pan de la pereza».
Esos bellos versos –y muchos otros que no puedo intercalar en este artículo por falta de espacio– resonaban en mi cerebro cuando llegué al tanatorio de sa Pobla para dar mi último adiós a Elianor Barceló. Sus hijos Jaume y Biel –que, a buen seguro, no conocen el poema bíblico– casi que me lo susurraban al oído. «Nuestra madre –decían– fue el alma de la familia, de cada uno de nosotros y del negocio. Al final de una agotadora jornada de trabajo, y hasta hace muy poco, la encontramos en multitud de ocasiones lavando los manteles del restaurante. Era noche cerrada y el personal ya no estaba.

--Ma mare, i ara per què heu de fer això? No n’heu tingut abastament, avui? Ja tenim qui ho faci...!
-Deixa, fill meu, així sé que la feina està feta i em quedo tranquil·la.

No fue la primera vez que pensé que los valores de la mujer fuerte de la Biblia se habían transmitido –no sabría decir cómo–- a las pobleres de la irrepetible generación de Elianor ‘de los Patos’. Mujeres dulces pero de carácter granítico, labradas en la adversidad, formadas para el sacrificio con el único objetivo del bienestar de los suyos. El mundo ha cambiado mucho y esta forma de pensar y de encarar la vida no está ahora de moda. Al evocar el universo de serena fortaleza y capacidad de sacrificio de las mujeres que ahora se nos están yendo, no falta quien habla despectivamente de ‘heteropatriarcado’. Tendrían que haber percibido la plenitud que emanaba del duelo con el que sa Pobla despidió a Elianor Barceló. Cómo las lágrimas –inevitables– se diluían en la vasija, llena a rebosar, de la certitud de una vida plena, digna, ejemplar. Esta mujer estará siempre donde haya un miembro de la familia Font-Barceló. Algo así figura también en el poema de Salomón: «Vigor y majestad son su vestido, y alegre reirá el último día».