Francisco Fernández Cortés, ‘El Ico’. | Alejandro Sepúlveda

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El pasado 17 de febrero, el Juzgado de Instrucción número 12 de Palma recibía una llamada desde la prisión. El interlocutor, quien estaba al otro lado del teléfono, se identificaba como ‘El Ico’, el hijo de ‘La Paca’. El día anterior ya había contactado con el juzgado para denunciar presiones en el Centro Penitenciario de Palma.
En esta segunda llamada, Francisco Fernández Cortés manifestaba que además de las presiones fue agredido.

Las supuestas vejaciones que denunciaba el testigo de la causa ocurrían en zonas «donde no existen cámaras de vigilancia». ‘El Ico’ se sentía humillado. Explicaba que, aparte de golpes, le agarraban del cuello y le quitaban la ropa. En alguna ocasión, incluso, le obligaban a cantar el Cara al sol, el himno de la Falange Española.

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‘El Ico’ señalaba como autores de los hechos a varios funcionarios de la cárcel y a algunos internos que habían recibido órdenes de estos trabajadores. El hijo de ‘La Paca’ también contó en esta llamada telefónica que cuando se encontraba terminando de fregar el suelo de su celda, le tiraban el cubo de agua para que su tarea fuera inútil y tuviera que volver a fregar.

Durante el tiempo que permaneció en la cárcel, ‘El Ico’ aseguró que recibió amenazas de muerte. Nada más entrar en el penal, el hijo de ‘La Paca’ dijo que un funcionario de la prisión le trajo un sobre, una instancia, una carta y un cigarro. Según Fernández Cortés, el trabajador le obligó a firmar el documento. En caso de que no lo hiciera, «a las malas podría entrar por la noche y ahorcarle, que le echaría una manta encima y le ahorcaría», le amenazó. La misiva exculpaba a Jaime Garau, un policía local exsindicalista, de unas amenazas proferidas contra este testigo de la trama. ‘El Ico’ firmó la carta sin saber su contenido.