Cualquier persona que circula de noche por Palma es interceptada e identificada por la Policía Nacional, que incluso puede cachearlos. Si no pueden justificar el motivo de su presencia en la calle, son sancionados económicamente.

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La orden de confinamiento por la crisis sanitaria no es suficiente para algunos. Un hombre ha sido detenido por tercera vez en cuatro días por desobediencia en la capital balear. Un policía vestido de calle abandona la Jefatura Superior, en la palmesana calle de Simó Ballester, y pregunta por el arrestado, que ha quedado libre, a tres compañeros. «¿Dónde está el fenómeno?». El hombre, a escasos metros de allí, revisa su chaqueta porque no encuentra el DNI. «Este será como el Real Madrid, llegará a la 13 [Copa de Europa]», bromea el agente.

Son las 21.45 del viernes 20 de marzo. Un equipo de Ultima Hora formado por un periodista y un fotógrafo acompaña a una patrulla del Grupo Operativo de Respuesta (GOR) de la Policía Nacional durante el inicio del primer fin de semana de confinamiento. Palma parece una ciudad fantasma, triste, sumergida, que diría José Carlos Llop. Solo los improvisados artistas de los balcones, el tardeo de Jaume Colombàs o las canciones que brotan de los pisos animan la ciudad. Suena Resistiré, del Dúo Dinámico, en el Paseo Mallorca. Es el himno contra el coronavirus.

Las Avingudes son un páramo. Varios repartidores de comida a domicilio aguardan con sus bicicletas en la puerta del Skalop. En las inmediaciones de la Plaza de las Columnas un hombre camina con capucha y la patrulla lo intercepta. Explica que su mujer le ha dicho que vaya a comprar ajo porque va bien para el virus. «No había en la frutería y estaba volviendo a casa», dice.

El corazón de Son Gotleu registra algo más de vida. Un joven español de 23 años ha sido sorprendido por los agentes en la calle Santa Florentina. Titubea y no atina a la hora de justificar por qué está fuera de su domicilio. Lo registran y encuentran una sorpresa: dos cogollos de marihuana. Multa doble. Por incumplir el estado de alarma y por posesión de sustancias estupefacientes. No será el único. Los policías, poco después, sorprenden por tercera vez en la calle a un hombre de 47 años y nacionalidad nigeriana. La primera ocasión que lo han visto le han recordado que estamos en estado de alarma. La segunda lo han sancionado por incumplirlo y por tener marihuana. Y la tercera ha acabado arrestado por desobediencia.

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Sospechoso

El hombre, con cierto parecido a Louis Armstrong, ha intentado huir al ver el vehículo policial, pero no ha sido lo suficientemente rápido. Los policías lo alcanzan en el pasaje Pic Cebollera y lo cachean. El africano, en un español poco fluido, insiste en que ha ido a por un medicamento a la farmacia mientras muestra un billete de 20 euros y asegura que «no llevo nada, para mi madre». Quiere decir que jura por su madre que no lleva droga.

Tampoco lleva ningún medicamento. Los vecinos comentan desde sus balcones la actuación policial. «Esto es lo que pasa por no quedarse en casa, ¿has visto?», grita un hombre a una vecina. «Yo llevo una semana encerrada y ese se pasea como quiere», responde la mujer en referencia al hombre que acaba de ser detenido.

Aplausos

Los efectivos del GOR lo introducen en el asiento trasero y lo trasladan hasta la Jefatura Superior. A la altura de la calle Marqués de la Fontsanta, los vecinos les aplauden desde sus balcones a ritmo de Saturday night y ellos encienden los luminosos como agradecimiento. La ciudad intenta levantar el ánimo un viernes noche. Puede que cuando venzamos al virus, cuando se acabe la reclusión, no se oiga más el Resistiré y suene What a wonderful world, de Louis Armstrong.