Agentes de la Policía Local de Palma se despligan casi las 24 horas del día para combatir los excesos y toda actividad ilegal. | Alejandro Sepúlveda

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La Platja de Palma es territorio comanche. El incivismo, la delincuencia, la venta de alcohol ilegal y los excesos de algunos turistas están al orden del día. No hay tregua para las fuerzas del orden, que protagonizan un de David contra Golliat policial. La falta de efectivos y recursos condicionan los resultados. Se trata de una lucha desigual, pero también encomiable. Eso sí, el paisaje de la Platja de Palma merece una reflexión. «Lo único que hace falta es que se cumplan las ordenanzas. Nada más», explica con resignación un vecino de la zona. «A todas horas hay botellones en plena calle y todos los que vivimos por aquí sabemos que se vende alcohól de forma irregular... La Policía no da a basto», añade.

Como moscas a miel, la masiva presencia de turistas atrae a una avalancha de carteristas, trileros, prostitución -básicamente nigeriana-, vendedores ambulantes y delincuentes en general castiga una temporada más este emblemática zona turística.

La Policía Nacional ha puesto en marcha la ‘operación Blindaje’. Se trata de un complejo dispositivo para erradicar los diferentes hechos delictivos de la zona integrado por más de un centenar de agentes de las diferentes unidades policiales destinados en la Isla y también un refuerzo llegado desde la Península. Sin duda, el refuerzo policial es un mal sueño para los delincuentes habituales de la zona. Los que se lanzan, fundamentalmente, a por los turistas que se han excedido con el alcohol, una presa fácil para los carteristas.

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La implicación de estos profesionales tiene el reconociento de empresarios y vecinos de la zona. Su trabajo, especialmente por las noches, frena y detiene muchos excesos, pero el gran problema es otro. «Es evidente que la Policia Local no tiene recursos para intentar hacer cumplir con las ordenanzas municipales que, por otra parte, no es el cometido de la Nacional», explica un empresario de la zona que prefiere mantenerse en el anonimato.

La falta de efectivos de la Policía Local es algo que ha admitido el propio Ajuntament de Palma. El anterior equipo de gobierno de Cort responsabilizó a la pandemia de la falta de agentes. «Durante la Covid no se pudieron hacer oposiciones y es algo que se sigue arrastrando», asegura a este diario un antiguo portavoz de Cort. «En el último año se logró incrementar la plantilla, pero es evidente que las necesidades son otras y que en temporada turística la Platja de Palma necesita un mayor despliegue», añade.

Existe cierta unanimidad entre todos los empresarios de la zona que el foco del problema se centra en la venta irregular de alcohol. Los supermercados que venden alcohol aparecen en el punto de mira. «Dicen que cumplen los horarios, pero casi todo el mundo sabe que no es así. Hacen lo que les da la gana y eso fomenta la ingesta de alcohol de forma desenfrenada», subraya el propietario de un pub que también pide a este diario que no se facilite su identidad. «Los locales que cumplen las normas y están regulado no generan ningún tipo de problema. Además, hay que tener en cuenta que es una oferta que tiene un gran público, especialmente joven. Es lo más normal del mundo que muchos visitantes que llegan a la Isla quieran pasárselo bien. Eso en el fondo es bueno para todos. El problema es lo que sucede en la calle», apunta el empleado de un hotel próximo a la ‘zona de guerra’.

Los macrobotellones que se forman a todas horas y cuyo combustible procede de las tiendas de comestibles donde las bebidas espirituosas buena parte de las estanterías. Tampoco es extraño ver a vendedores ambulantes que ofrecen bebidas a los bañistas en la propia playa. Su oferta es variada, desde cervezas a mojitos. Esta actividad es totalmente ilegal y cuando la Policía Local se percata de ello actúa con celeridad. El producto que ofrecen escapa a cualquier tipo de control. «En este último caso ya no se trata que de que esta venta ambulante es irregular, sino que se escapa a cualquier control sanitario. Los turistas no saben ni lo que beben ni lo que les dan. Lo cierto es que esta práctica es muy peligrosa», advierte el propietario de un pub del Balneario 5.

Si con la prostitución y carteristas se han producido ciertos avances, especialmente por los despliegues policiales nocturnos, el control real de los horarios de los supermercados que venden alcohol y los botellones en plena calle no parecen tener solución. Las ordenanzas municipales son claras en este sentido. Beber alcohol en la calle está prohibido, pero nadie parece poder evitarlo. Ya no se trata de una cuestión que daña la imagen de cualquier destino turístico, sino de todo lo que genera esta práctica. En algunos casos, la ingesta colectiva de alcohol se produce justo en frente de muchos locales de ocio. Los clientes intentan acceder en un claro estado de embriaguez.

«Por desgracia, es el pan nuestro de todos los días. Nosotros no permitimos la entrada a nadie que nos llegue borracho, pero eso también complica mucho nuestro trabajo», revela sin tapujos el responsable de acceso de un conocido local de la Platja de Palma. «Nos desafían e incluso muchos se ponen agresivos. Hay que tener la cabeza muy fría para aguantar según que tipo de situaciones», añade este trabajador.

Aunque el potente sector hotelero ha alzado la voz en varias ocasiones y ha denunciado lo que está sucediendo en la Platja de Palma, las soluciones siguen sin llegar. «Lo que ingresa Cort en impuestos de esta zona es millonaria y está claro que no se corresponde con el servicio que deberían dar. Si está más o menos claro desde hace tiempo que es necesario incrementar la plantilla de la Policía Local, no se muy bien a que estamos esperando», explica con cierta indignación otro vecino. Apenas son las doce del medio día, pero un par de turistas caminan como zombis por la calle. Apenas alguien les presta atención. Es una fotografía cotidiana. Esto es la Platja de Palma.