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Se habían conocido en Gomila. Ella, Marie Margot Sumi, de 26 años, era una joven francesa extrovertida y trabajadora. Él, Juan Manuel Gutiérrez Ortega, español de 46, era un hombre problemático, con antecedentes por distintos delitos. El 5 de enero de 2006, víspera de Reyes, el recluso salió de la cárcel para disfrutar de un permiso penitenciario que, paradójicamente, había avalado ella. Los celos lo consumían porque la relación ya estaba rota y Marie había rehecho su vida. Delante de su familia, le asestó treinta puñaladas y luego huyó. Esta es la crónica de un asesinato atroz cometido tras la cabalgata de Reyes que conmocionó a toda la Isla.

Juan Manuel ingresó en prisión por un delito sexual y al principio su novia francesa acudía a visitarle a las instalaciones de la carretera de Sóller. Era un hombre muy violento, con antecedentes por lesiones, que vivía obsesionado con ella. Poco a poco, la mujer dejó de visitarlo con tanta frecuencia. Trabajaba en un restaurante próximo al Mercat de l'Olivar y residía con sus hijos de tres y cinco años en el número 5 de la calle Luna, en la barriada de Els Hostalots, muy cerca de la calle Aragón. Tenía muchos amigos y su prioridad eran sus dos pequeños, a los que adoraba. Era una madre ejemplar. Cuando Juan Manuel le comentó que iba a pedir un permiso penitenciario, para estar con ellos en Reyes, Marie le apoyó, a pesar de que la ruptura -para ella- ya era definitiva.

Minuto de silencio de las autoridades en Palma en repulsa por el crimen de la víspera de Reyes.

Esa mañana del 5 de enero, víspera de Reyes, ella lo esperaba a la salida de la cárcel. Al mediodía se separaron y el español acudió a Pere Garau, donde consumió chupitos, cervezas y algunas rayas de cocaína. Luego la recogió para ir a la cabalgata de los Reyes, con sus hijos. La cosa se torció y comenzaron a discutir por enésima vez. Aunque esa iba a ser la última. Marie, asustada, se llevó a los niños a su casa, donde le esperaban sus padres y sus hermanas. Juan Manuel la siguió hasta allí. Los celos lo tenían cegado. Sólo pensaba en recuperarla. Estaba obsesionado con ella. Irrumpió en la vivienda con un cuchillo, que clavó violentamente en la mesa, ante las miradas aterrorizadas de su familiares políticos. Ella se refugió en un cuarto y al poco tiempo salió con uno de sus hijos en brazos. Quería llegar a la calle. Fue allí donde el recluso le dio alcance. Le clavó el cuchillo hasta en treinta ocasiones y luego huyó. Marie murió en los brazos de su padrastro, que no atinaba a atajar la brutal hemorragia que estaba desangrando a la joven.

Velas en recuerdo de la joven Marie Margot Sumi, que tenía 26 años.

El asesino tenía el coche aparcado en la calle Aragón. Condujo hasta Cala Gamba y desde allí llamó a su hermano, para contarle que acababa de matar a la madre de sus hijos. Al amor de su vida, según sus palabras. Su hermano le convenció para que se entregara y esa misma noche Juan Manuel acudió a la Policía Nacional y lo contó todo. Lo hizo con frialdad. La misma que mostró dos años después ante el jurado popular que le juzgó en la Audiencia Provincial de Palma. "Sí, la maté. Nunca pensé en matarla, pero sucedió así", reconoció. Luego rememoró su historia: "Marie venía a verme a la cárcel, ingresaba dinero y nos escribíamos cartas. Era una relación normal dentro de la tragedia de que la prisión separe a un matrimonio. Luego, ella dejó de venir. Yo me encerré en mi mundo y me volví loco".

El acusado a su llegada a la Audiencia, donde un jurado popular le condenó em 2008.

"Soy una persona inestable. Los permisos carcelarios los disfrutaba con mi hermano. Yo salía de prisión con ilusión y luego entraba con una desilusión. Todos mis sueños los estaba perdiendo: mi familia, mi mujer, mi casa, mis hijos... El día de Reyes salí de prisión con la mejor intención del mundo. Me había ilusionado, pero a medias. Marie había tenido una relación con otro hombre. Ella nunca lo llegó a reconocer. Yo no sabía si iba a poder estar con mi mujer. Estaba bastante alterado. Esperaba encontrarme un abrazo y me encontré con medio abrazo", contó a los miembros del jurado durante las sesiones que duró el juicio.

Prosiguió explicando lo que había ocurrido ese 5 de enero, antes del crimen: "No bebí en exceso, cuatro cervezas y un par de chupitos. Consumí un par de rayas de cocaína. Luego, a las cinco de la tarde recogí con el coche a Marie y a los niños para ir a la cabalgata de Reyes. Yo me sentía muy orgulloso de ir con mi familia. Al final empezó a llover y fuimos al Mc Donalds. Marie y yo empezamos a discutir por esta tercera persona. Después de esto me vine abajo. Me quedaban diez días para salir en libertad. El mejor día de mi vida se convirtió en el día de mi ruina. Cuando íbamos en el coche de regreso a su casa, le dije a Marie que se estaba portando muy mal. Discutimos muy fuerte con palabras muy duras".

Juan Manuel Gutiérrez relató con frialdad, ante el jurado popular, el atroz asesinato.

Se mostró frío en su relato. "Me fui a casa de mi hermano y a un bar por la noche. Llamé por teléfono a Marie y volvimos a discutir muy fuerte. Ella me colgó el teléfono y yo allí ya reventé. Reventé, tuve que reventar. Mi cuerpo y mi cabeza ya no podían más. Cogí un cuchillo en casa de mi hermano y me fui a su casa". Una vez en el domicilio, en la calle Luna, el hombre clavó un cuchillo en la mesa ante sus suegros. "Yo entré en casa como un caballo con sus orejeras. Marie salió corriendo y cogió a un niño en brazos. Me fui a la cocina y salí de casa tras ella con el arma en la mano. Salimos los dos a la calle y nos agarramos. Forcejeamos, ella me pegaba patadas y yo dejé de pelear cuando ella ya no se movía. Después, me di a la fuga sin rumbo, ofuscado, alterado".

La familia de Marie, a través de su padrastro, desgranó aquella aterradora y sangrienta víspera de Reyes, cuando el asesino irrumpió en la casa con un cuchillo y ella huyó con uno de sus hijos en brazos: "Salimos todos a la calle. Marie me dio al niño y en ese momento él le clavó el cuchillo por la espalda, en la nuca, dos o tres veces. Lo sacó, lo retorció y lo clavó en el costado. El niño lo veía todo. La sangre salía a chorros y ella no podía defenderse. Luego la encontré en el suelo sobre un charco de sangre. La abracé y le dije ´aguanta, aguanta´. Sentí calor, aún respiraba. Sentí el último suspiro y vi que se había ido. Él estaba rabioso, furioso, pero no borracho. Estaba lúcido". Finalmente, el jurado halló culpable al acusado y la jueza Margarita Beltrán le impuso una condena de 20 años de cárcel. Juan Manuel casi no reaccionó. Seguía con la mirada perdida cuando lo introdujeron en el furgón policial, camino de prisión.