Axel Munthe y los macarrones de la isla de Capri

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El doctor Axel Munthe, autor de la famosa Historia de San Michele y que, extranjero, fue para la isla del golfo de Nápoles el descubridor y protector del espíritu de aquel lugar, me recuerda lo que, de forma parecida, significó el Archiduque Luis Salvador para los parajes de Miramar, en Mallorca. Autor de un solo libro escrito desde su torre de Materita, en 1928, contó el pasado de aquel lugar, en cuyo jardín halló los fragmentos de la Quinta de Tiberio, el viejo y tétrico emperador romano.

Y en una de aquellas páginas, acumuladoras de recuerdos, escribía: «Las campanas de la capilla tocaban el Angelus. Había yo estado trabajando en el jardín, ahora bajo el sol abrasador, desde las cinco de la mañana. Sentado y hambriento me senté ante mi frugal cena en la galería superior, satisfecho de haber pasado otro día feliz. En la terraza, a mis pies, estaban mis huéspedes endomingados, sentados en torno a un inmenso plato de macarrones y un gran´piretto’ del mejor vino de San Michele. En el puesto de honor, a la cabecera de la mesa, estaba el sepulturero romano entre sus dos colegas de Capri; al lado, Baldassare, mi jardinero; Gaetano, mi marinero; y Mastro Nicola con sus tres hijos, hablando todos a voz en cuello. Alrededor de la mesa, en admiración, estaban sus mujeres, a usanza napolitana. El sol se ponía lentamente sobre el mar…».

Munthe cita en otros momentos los macarrones locales, junto a los quesos frescos de leche de cabra, las sandías del verano y las grandes cebollas de Anacapri… Eso nos invita a cocinar unos macarrones para seis personas y ya dispuestos, lo hacemos de este modo: Cocemos, por espacio de media hora, en abundante agua hirviendo medio kilo de macarrones. Luego picamos dos cebollas y las freímos con seis cucharadas de buen aceite de oliva. Seguidamente los colocamos en una tartera. Ya cocidos los macarrones, les quitamos el agua y los pasamos al mismo recipiente. Rehogamos la mezcla durante unos cinco minutos. Luego la salpimentamos, la cubrimos con una taza de salsa de tomate, todo bien mezclado, espolvoreándolo finalmente con unos setenta y cinco gramos de queso de cabra rallado. Ya solo nos queda meter la tartera en el horno con cuatro cucharadas de mantequilla líquida y dejarlo gratinar durante un cuarto de hora.