Entre los dulces que antaño hicieron las delicias de nuestros predecesores había uno llamado coloquialmente Garrovetes y apellidado ‘del papa’. A pesar de ese pretencioso nombre, formó parte de la repostería religiosa de su época. No deja de sorprender que en esa cocina se tolerase la actitud jocosa e irreverente que podía despertar el hecho de que la más alta autoridad católica, apostólica y romana comiera algarrobas, aunque fueran dulces. Cabía la posibilidad de que un pastelero devoto y virtuoso hubiese dedicado a determinado Sumo Pontífice una golosina, como ocurrió en el caso de los ‘Piononos’, creados a fines del siglo XIX. En cambio, la antigüedad de este dulce, remontable a más de dos centurias antes, no concordaba con esas improcedentes confianzas, por goloso que fuera el papa en cuestión. Además no había posibilidad de saber de qué pontífice se trataba, cosa que acaso hubiera podido explicar o justificar una cierta tolerancia por parte del rector de la Santa Sede.
Garrovetes del Papa Negre
A pesar de su pretencioso nombre, estos dulces formaron parte de la repostería religiosa de su época
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