Cuando no había olla, cosa que no dejaba de ocurrir a menudo, si abundaban las sardinas. Silda consolaba el hambre con un par de ellas, asadas, con un gramo de sal, encima de las brasas; si no había sardinas, o agujas, o panchos, o raya, o cualquier pescado de poca estimación en la plaza (de lo cual le daba la Sargüeta una pizca mal aliñada o un par de pececillos…), una tira de bacalao o un arenque, por todo compaño, para el mendrugo de pan de tres días o el pedazo de borona, según los tiempos y las circunstancias».
José María de Pereda, la ‘Sotileza’ de Silda y una olla podrida
José María de Pereda pasó la mayor parte de su vida en Santander, su lugar de nacimiento
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