Francesc Pomar, con el micro, junto a su mujer y los cocineros Ángel León y Koldo Royo, en la feria Horeca. | R.D.

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Corría el año 1902 cuando la familia Pomar, de Campos, abrió su primera panadería. Durante muchos años este negocio elaboraba ensaimadas, pan y algunas tardas o merengues los domingos y festivos de la mano de Francesc. Formado en la Barcelona del siglo XX, fue todo un visionario. Posteriormente, su hijo Joan tomó el relevo hasta que con el tercero de la saga, Francesc Pomar Mir, la panadería se consolidó con creces.

La Associació de Foners i Pastissers de PIMEM entregó el reconocimiento de Horeca a la trayectoria a Francesc Pomar Mir, que estuvo acompañado por su hijo Matíes Pomar (cuarta generación). La historia moderna de los Pomar empezaría, precisamente, con Francesc, de 81 años. En 1964 se marchó a la Península a estudiar con los mejores pasteleros de España. Entre ellos, se encontró con el prestigioso pastelero Antoni Escribà, con quien entabló una gran amistad. En uno de los cursos en Cataluña, conocieron el trabajo de Karl Schumacher y el conocido cardenal, de origen austríaco.

«No se llama Cardenal de Lloseta, esta es nuestra continua lucha», defiende su hijo Matíes. Durante los años setenta y ochenta, recuerda a su padre Francesc elaborar estos suculentos cardenales sin tocar ni una coma de la receta original austríaca. En los años 2000, vendría el «mal nombre» con el boom de venta de estos cardenales que «erróneamente» se relacionó con es For de Baix, en Lloseta.
«Mi padre tuvo una escuela de pasteleros en Campos y ahí enseñaba a los compañeros lo que aprendía fuera. Lo que él siempre dice es que ha aprendido más de sus alumnos que sus alumnos de él», recuerda su hijo Matíes.

A pesar de la moda del Cardenal de Lloseta, en Can Pomar nunca cambiaron el nombre. «Siempre se llamó y se llama cardenal, a secas». Con el tiempo, este postre ha ido mutando de sabor y forma. Hoy, hasta es posible encontrar un cardenal de oreo.

Sin duda, lo más peculiar de los Pomar es que Francesc también trajo a la Isla, en los años setenta, los primeros cinco roscones de Reyes, de los cuales solo vendieron uno. «Nadie en el pueblo había probado un roscón, pero no se vendieron casi ninguno», rememora. Aparte, son los creadores del pastel music, un hojaldre de frutos secos relleno de crema pastelera, y de otros dulces. «Nosotros hemos sido pioneros en la pastelería de Mallorca», explica Matíes, quien ya comparte oficio con sus hijos y sus sobrinos (quinta generación).