Ya hace algunos años que aparecieron en nuestra ciudad. Al principio, eran pocos y se veía como un medio de transporte limpio, sostenible y estaba en línea con la aparición de nuevos vehículos que ayudarían a vaciar nuestras calles de coches.

El colapso existente es evidente, está en boca de todos y competimos sin ningún rubor con las ciudades de España más asfixiantes, en lo que a densidad de tráfico se refiere.

Antes de los patinetes se incentivó el uso de la bicicleta. Han pasado los años y son muy pocos los que transitan fuera de los carriles bici, especialmente concebidos para ellas.

Sin embargo, es habitual ver patinetes con dos personas invadiendo las aceras o incumpliendo todas las normas de tráfico a las que los usuarios de coches, motos o bicicletas, estamos sometidos.

Han salido al mercado auténticos bólidos, capaces de superar los 80 km/h.

Una sociedad debe regirse por normas que nos protejan y consigan que el ciudadano conviva en armonía con sus congéneres.

Ante el ascenso de la población de perros, se reguló su aparición en las calles. Se implementaron sanciones por no recoger sus excrementos o echar agua para eliminar la orina de paredes, farolas, etc. Incluso se obligó a los propietarios a tener un seguro de responsabilidad civil ante posibles accidentes.

Me pregunto, cuándo llegarán las normas y sanciones disuasorias hacia la invasión de estos nuevos artilugios.

Cuándo nos protegerán de todas aquellas personas, que solo toman conciencia de lo que significa el respeto y la urbanidad con sanciones verdaderamente disuasorias.

Todos aquellos que si cumplimos con nuestras obligaciones y que sufrimos diariamente esta agresión hacia nuestra integridad física, vemos con indefensión e injusticia el hecho de que muchos estén exentos.

Sin ánimo de ejercer de legislador, se me ocurre que una matrícula identificativa, un seguro de responsabilidad son imprescindibles.

Sin otro particular, les saluda atentamente un ciudadano corriente más.