El cerebro humano conserva hábitos y patrones de comportamiento que heredamos de nuestros antepasados prehistóricos. Son instintos que a menudo ignoramos o pasamos por alto.
Numerosos estudios han demostrado que la escasez de alimentos y las etapas de hambre extrema a las que se enfrentaron los humanos en la prehistoria dejaron una marca en nuestro cerebro. Este condicionamiento nos lleva, incluso hoy, a sentir una atracción natural hacia los alimentos altos en calorías, ya que en aquel entonces eran esenciales para la supervivencia.
La industria alimentaria conoce muy bien este fenómeno, de ahí que la comida procesada o la comida basura sean tan populares. ¿Alguna vez te has preguntado por qué los alimentos ultraprocesados suelen tener tantas calorías? Precisamente porque esa característica activa una respuesta instintiva en nosotros, haciéndonos desear este tipo de productos.
Normalmente, elegimos alimentos de menor contenido calórico de manera consciente, ya sea porque queremos mantener un estilo de vida saludable o por cualquier otra razón. En estos casos, tomamos decisiones racionales. Sin embargo, cuando deseamos un alimento procesado, esa elección parece surgir de un impulso más profundo, casi como una necesidad inconsciente.
Es fascinante cómo las condiciones de vida de nuestros antepasados siguen dejando una huella tan significativa en algo tan básico como el hambre y nuestras elecciones alimentarias.