La lluvia y el nuevo asfalto «ahogaron» los ánimos de la organización del Gran Premio de Gran Bretaña en el circuito de Silverstone, que fue cancelado por el peligro del agua acumulada en determinados puntos del trazado y que lo hacía impracticable para el motociclismo. | Tim Keeton

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La lluvia y el nuevo asfalto «ahogaron» los ánimos de la organización del Gran Premio de Gran Bretaña en el circuito de Silverstone, que fue cancelado por el peligro del agua acumulada en determinados puntos del trazado y que lo hacía impracticable para el motociclismo.

El caos vivido en la jornada previa, con el grave accidente del español Tito Rabat, que tuvo que ser operado de urgencia en el Hospital Universitario de Coventry y no regresará a España como muy pronto hasta el próximo jueves o viernes, cuando se considere que están estabilizadas sus lesiones, ha pesado como una losa a la hora de adoptar una decisión con la que se quiere garantizar la seguridad de todos los pilotos.

Con esas experiencias previas, el amanecer en el circuito de Silverstone -el más largo del calendario del Mundial, con 5.900 metros-, estuvo en todo momento condicionado y lo refrendó el cambio radical de la programación, al ser la carrera de MotoGP la primera en disputarse, seguida por Moto3 y Moto2, y con el agravante de que los últimos entrenamientos libres en la «categoría reina» se realizaron en seco, los únicos en esas condiciones, pues a partir de entonces comenzó a llover.

Esa inclemencia meteorológica era la más temida y el motivo del cambio de horario en el calendario de competición pero, por si acaso, durante la noche la organización local trabajó arduamente para intentar conseguir que el gran premio se pudiese disputar.

Los trabajos se centraron en la zona conflictiva del trazado, desde la curva siete a la once, para conseguir que toda el agua acumulada pudiese drenar bien y no se formasen lagunas en los numerosos baches de los que también se han quejado todos los pilotos.

Aunque no llovió intensamente, lo cierto es que no dejó de caer agua en ningún momento desde que se disputasen los últimos libres de Moto3 y Moto2, lo que fue «encharcando» la pista hasta que los pilotos de MotoGP salieron para hacer la vuelta de formación de salida, cuando muchos de ellos dieron dos vueltas, con un paso por la calle de talleres para cambiar de moto.

En esa vuelta de formación se vio como Álvaro Bautista (Ducati Desmosedici GP17) se salía de la pista y Maverick Viñales (Yamaha YZR M 1) -el más rápido en los últimos entrenamientos libres, que se realizaron en seco-, tenía un par de sustos en forma de «trallazos» de la rueda trasera de su moto.

Nada más llegar todos los pilotos a la formación de salida se tomó la decisión de aplazar la misma y motos y pilotos regresaron a sus talleres, a la espera de una nueva decisión que, en cualquier caso, no parecía albergar nada bueno y todo apuntaba a la anulación del gran premio.

A todos los problemas se unían los estrictamente técnicos, pues al ir las motos dotadas de discos de carbono, un material que cuanto más se calienta más frena, éstos no se iban a calentar apropiadamente y a rendir de manera óptima, como tampoco los neumáticos, que con tanta agua en pista no alcanzan su temperatura de trabajo.

Una concatenación de problemas y adversidades que hicieron sopesar la necesidad de arriesgarse a una decisión que podía poner en peligro la seguridad de los pilotos, que fue la que al final prevaleció, y por la cual se adoptó la decisión unánime de cancelar la carrera británica