Giulio Cipollone ofreció una conferencia en Palma. | Teresa Ayuga - ultimahora.es

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El padre Giulio Cipollone, profesor catedrático en la Pontificia Universidad Gregoriana, en Roma, ha dedicado más de treinta años a la investigación sobre la Historia de la Orden Trinitaria, buceando en un sinfín de archivos en diferentes ciudades del Mediterráneo. Giulio Cipollone ofreció una conferencia en Palma dentro de los actos conmemorativos de los 200 años de la fundación de las Trinitarias en Mallorca.

-¿Cuál ha sido el papel de la Orden Trinitaria como fuerza liberadora a lo largo de su historia?
-La Orden Trinitaria nació en el siglo XII, fundada por Juan de Mata, en los tiempos de las cruzadas cristianas y la yihad islámica, y nació para liberar cautivos de la guerra santa y de la yihad, lo mismo cristianos que musulmanes. La Orden Trinitaria fue entonces como la Cruz Roja de la Edad Media. De aquella orden nacieron otros institutos, como las Trinitarias de Mallorca, fundadas hace 200 años por Miquel Ferrer en Felanitx. El fundador era un hombre muy culto, escritor y periodista, y muy preocupado por el bien común, por ayudar a los más desfavorecidos, que eran las mujeres y los niños. Miquel Ferrer estaba convencido de que la ciencia puede ser un paso muy importante para ayudar a la mujer. Frente a las ideas políticas de aquella época, Ferrer se movía exclusivamente por el bien del pueblo y la justicia social.

-¿La regla de la Trinidad sigue vigente hoy en día?
-La regla de los Trinitarios, ya en el siglo XII, contemplaba tres líneas importantes: la devoción a la Trinidad entendida no sólo desde la perspectiva devocional, sino como ayuda a los pobres, a los débiles. En aquel entonces los musulmanes consideraban a los Trinitarios como politeístas, por creer en la Trinidad, y como sus peores enemigos. En segundo lugar, la igualdad de derechos de todos, ricos y pobres, poderosos y siervos, porque todos tenían un destino común. Ojalá ahora se aplicara ese valor, sobre todo entre el hombre y la mujer. La tercera línea es la de liberación de los cautivos. En el siglo XII Juan de Mata no siguió las directrices de los papas hacia la guerra santa, sino que emprendió otro camino, hacia la liberación de los miles de cautivos cristianos y musulmanes que dejaban las guerras. Se puede decir que Juan de Mata era un objetor de conciencia. La regla Trinitaria dividía el dinero de la Orden en tres partes, para el sustento de los religiosos, para los pobres y para la liberación de los cautivos.

-¿Quiénes serían los cautivos de hoy en día?
-Hoy en día se ha perdido un poco el carisma, y hay que recuperarlo. La Orden Trinitaria podría convertirse en mediadora entre el Islam y Occidente. En este clima de hoy, cuando muchos autores hablan del ocaso del Imperio Occidental, -de hecho sabemos que en Europa hay más de 15 millones de musulmanes, y muchos ciudadanos europeos nacen musulmanes-, es importante proporcionar este papel mediador, de diálogo entre las dos culturas sobre la base de la justicia social. Por otra parte, hoy en día tenemos millones de esclavos por motivo de injusticias sociales. No olvidemos la condición de la mujer y de los niños, en un mundo en el que el mayor negocio sigue siendo el tráfico de armas, de drogas y de niños. En un mundo así queda mucho por hacer en el camino de la liberación, en un contexto de justicia social. Ésa es también una tarea absolutamente actual.

-¿Por qué está siendo tan difícil la relación entre Occidente y el Islam?
-Falta tolerancia, y la tolerancia se puede vivir de dos maneras: la tolerancia formal se basa en el hecho de que no puedo eliminarte, y entonces acepto tu presencia aunque no me guste. La tolerancia sustancial se basa en el hecho de que la diferencia nos guste en la medida en que la diversidad nos enriquece. Y esto es un hecho cultural que merece un estudio serio para poder aplicarlo. El problema de Occidente es que no tenemos valores, no tenemos raíces. Lo más claro que tiene Europa es el euro y la bandera de estrellas. Tenemos una variedad cultural de base, pero no tenemos valores, estamos desarraigados. En cambio, los musulmanes que están en Europa saben que son minoría, pero están convencidos de que un día serán mayoría. Lo que hace falta es marcar la diferencia entre fe y religión. La religión es exclusivamente un hecho cultural y puede condicionar a la persona por el mero hecho de haber nacido en Europa, en Yemen o en Israel. La fe, en cambio, tiene un contexto planetario, no pertenece a una religión en exclusiva, no es excluyente como lo son las religiones. Sólo superando el carácter excluyente de las religiones, de las culturas, se podría aspirar a una Europa tranquila, sin enfrentamientos, sin violencia. El problema de hoy es ese 'miedo líquido' que tenemos a los que consideramos posibles enemigos. Si recuperamos una base ética común, con la que imponer un modelo de convivencia basado en el bien común y en la justicia social, se vencerá ese miedo. En la diversidad está la unidad. Es necesario considerar al hombre como sujeto/objeto de la no discriminación, y volcarnos en un clima de servicio social, y no de poder, porque un clima de poder impone el recurso a la violencia, y la violencia sólo genera violencia. Yo estoy convencido de que los corderos sobrevivirán a los lobos y las palomas a los halcones, pero tenemos que creerlo y practicarlo.

-Usted dijo en algún momento que todas las religiones tienen algún motivo para pedir perdón.
-Absolutamente. Con una visión idiota, en la terminología griega, de no vernos más que a nosotros mismos, hemos hecho mucho daño a los demás. Ser parte de un grupo implicaba que los demás eran enemigos, y así hemos tenido una guerra cultural, apologética, a base de escritos, y otra a nivel de expansión territorial. Los cristianos han hecho misiones para conquistar a los territorios y a las personas a su credo, lo mismo que los musulmanes. Cada cual ha hecho su proselitismo, de dentro hacia fuera, y varias veces a base del recurso a la fuerza y a las armas.