Esto acabará mal. Y sino, al tiempo. El cuarto incidente de violencia racial en Mallorca en menos de dos meses, con epicentro ahora en El Molinar, deja bien a las claras que no solo son los clanes gitanos los que están hartos de la delincuencia de algunos argelinos reincidentes. Es un tema sumamente preocupante, en el que la Policía y la Guardia Civil hacen complicados equilibrios, pero que tiene una solución incierta. Los ciudadanos no pueden tomarse la Justicia por su mano ni criminalizar a determinadas nacionalidades. Con todo, los acusados quedan en libertad una y otra vez, tras visitar la sede judicial. Y que alguno ingrese en prisión, pese a su siniestro historial, es casi un milagro. Este detalle no ayuda precisamente a calmar los ánimos vecinales.