Maria Antònia Lladó. | Guillermo Esteban

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En el prólogo de Bearn o sa sala de ses pepes, de siete páginas, la filóloga Maria Antònia Lladó justifica el título, expone argumentos filológicos, procura que en cada cambio haya fundamento y elogia la versión de Josep Antoni Grimalt. «Tiene unos diálogos no sólo impecables, sino magníficos. Lo único que he hecho, para que se note que es otro registro, es incorporar un narrador con el artículo baleárico, con palabras admitidas por el Institut d’Estudis Catalans», aduce la autora, locuaz, expresiva y afable. Esta adaptación en mallorquín, impulsada por Josep Zaforteza, heredero de los derechos literarios de Villalonga, se presenta el 10 de junio, en Can Bordils (Palma), a las 19.00.

—¿Por qué aceptó la propuesta?
—La verdad es que pensé: me van a dar, pero también reconozco que como estaba en IB3 y ya sabía que me iban a dar, seguro que me iban a tachar de colaboracionista, porque aquí, claro, cuando alguien acepta un trabajo ofrecido por la derecha es colaboracionista y si lo acepta por la izquierda es un encanto y tiene siempre una excusa.

—¿Sabía que la publicación iba a suscitar tanta polémica?
—Creía que habría un silencio absoluto y... no. Don Pep [Zaforteza] se lo explicó a mucha gente, entre ellos, a Josep Grimalt, a quien le extrañó porque dijo que la suya era una versión definitiva.

—¿Por qué cree que ha molestado a los catedráticos de la UIB?
—Porque están muy obsesionados con algo más que la unidad de la lengua, detrás de esto hay otra intención. Si no nos dejamos de suspicacias, los unos y los otros, se va a radicalizar el tema. Y yo estoy en medio.

—¿Cómo se lo hubiera tomado Villalonga?
—Me hubiera gustado que hubiese podido decir lo mismo que le dijo a Grimalt, que fue: Tot lo que tu facis serà bó, porque parecía una especie de cheque en blanco. He intentado seguir los criterios que daba Grimalt, los expongo en el prólogo, y los de Villalonga, que era que no fuera ni muy culto ni muy vulgar.

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—¿Cuál es el objetivo del libro?
—Creo que en el fondo don Pep Zaforteza quería que se cumpliera la voluntad de Villalonga.

—Valentí Puig rechazó escribir la versión en mallorquín y dijo que a nadie le consta que Villalonga quisiera hacer algo así.
—Muchas veces sí que lo dijo, lo que pasa es que Villalonga era contradictorio. Se lo pasaba bomba armando maraña y liando a propósito. Por eso tiene unas Falsas memorias de Salvador Orlan.

—¿Es la primera obra que adapta?
—Sí.

—Ha empezado con una grande.
—Sí, tenía miedo, realmente. Es una obra que leí cuando tenía 14 años y me entusiasmó, pero reconozco que la leí en castellano, claro. Tengo la primera edición, que era de mi abuelo y todavía la guardo.

—¿Le daba miedo?
—Hombre, claro, porque es mucha responsabilidad. Se ha convertido en la obra más emblemática de la aristocracia rural.