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Dentro de mes y medio será Nochebuena. Sin embargo, en el ecuador de noviembre, en Mallorca estamos disfrutando de un veranillo, mientras gran parte de España -y ya no hablemos de Europa- está sumida en el frío, la lluvia, y, en algunos puntos, la nieve.

Aquí, decimos, ya ven, la gente viste aún manga corta, calzón corto, sandalias, chancletas; ayer vimos a gente haciendo footing, montando en bici o paseando por el Marítim frente a la Seu; gente, casi toda de aquí, haciendo tai chi delante del mar, o pescando doradas desde la orilla -aunque ayer, por lo que contaron algunos pescadores, no picaron mucho-, o tomando el sol en terrazas, o en bancos o sobre la toalla que han extendido en la arena de la playa; gente, incluso, bañándose, como en pleno verano, «pues el agua -nos decía una bañista- está que se puede soportar; y luego, estirados, al sol, es que se está divinamente».

Y ya decimos, esto ayer, a 15 de noviembre. ¿Que esta bonanza puede terminar dentro de nada? Bueno, puede que sí, pero que nos quiten lo bailado. Siempre, cada año, cuando llegan estas fechas, y ante este clima tan apacible que gozamos, queda la misma pregunta en el aire. ¿Por qué a esta bonanza climatológica no se le saca provecho a nivel turístico? ¿Por qué, mientras el sol calienta y la gente se baña, casi todos lo hoteles están cerrados?

Pedro Prieto
(texto y fotos)