El diplomático mallorquín Josep Pons es el actual cónsul general en Pekín. | Efe

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Un juez austríaco desestimó ayer la demanda de una trabajadora de la Embajada de España en Viena (Austria), afiliada a UGT, por un presunto acoso sexual al que la habría sometido el exembajador en ese país, el mallorquín Josep Pons, en 2009.

«La versión (de la denunciante) no es creíble y no hay acoso sexual», señala la sentencia leída por el juez, que además, impone las costas del juicio a la parte demandante, el sindicato UGT.

La denuncia pretendía aclarar los hechos relativos a dos situaciones comprometedoras en las que el entonces embajador español en Viena, Josep Pons, se mostró desnudo ante una trabajadora de la misma embajada a la que pidió ayuda para ayudarle a cambiar una media tras una operación de rodilla. Ésta, una afiliada de la UGT, puso en conocimiento de la Comisión de Igualdad lo ocurrido.

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Pons admitió en el transcurso de la vista celebrada en un juzgado austríaco de primera instancia, que se prolongó durante unas tres horas, que había quedado desnudo involuntariamente ante la trabajadora pero negó cualquier tipo de connotación sexual o de acoso a la empleada de la cancillería.

«Han sido tres años de pesadilla que, por fin, han finalizado con esta sentencia de una rotundidad meridiana; es el momento que tanto esperaba», dijo Pons a este diario en conversación telefónica. Los representantes de UGT, por su parte, confirmaron que recurrirán la sentencia. Un juzgado de Palma ya había condenado al dirigente de UGT, Antón Obieta, a indemnizar con 100.000 euros a Pons, expresidente del Mallorca, por el daño que causó a su honor cuando denunció falsamente a través de la prensa que estaba siendo investigado por acoso sexual a una subordinada.

La sentencia consideró al sindicalista responsable de una «intromisión ilegítima» en el derecho al honor de Pons que le causó «graves daños morales». El juez recordó que siendo Pons embajador en Viena, (ahora es consul general en Pekín) una comisión del Gobierno austríaco investigó una queja de una empleada de la embajada por «molestia sexual», algo que Obieta transformó en «acoso sexual».