Javier Mulet regenta el establecimiento junto a su hermano y ya son la quinta generación. | Teresa Ayuga

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La Pajarita se fundó en el año 1872 como chocolatería en la calle de les Minyones. Entre sus clientes más ilustres destacaba el archiduque Lluís Salvador. Posteriormente, se reconvirtió en una tienda de ultramarinos, que puso a disposición de los palmesanos productos de ultramar. En este sentido, fue el primer establecimiento que vendió café y Möet Chandon en Mallorca.

En el año 1972 se separó la venta de los productos salados de los dulces, en las dos tiendas actuales. Javier Mulet, uno de los actuales propietarios de La Pajarita junto a su hermano José Lorenzo Mulet, cuenta que lo que no ha cambiado a lo largo de los años es que las cinco generaciones que han regentado el negocio han estado transmitiendo de padres a hijos el gusto por seleccionar los mejores productos. Una prueba de ello es que generación tras generación, muchas familias acuden a La Pajarita a comprar productos de calidad para fiestas especiales. Mulet destaca el trabajo que desempeñó su madre al frente del establecimiento. «Mi madre era el alma de la tienda, fue la gran impulsora de La Pajarita».

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El propietario de La Pajarita confiesa que el secreto para haber logrado sobrevivir durante tantos años es combinar tradición con vanguardia. Esto les permite contar con clientes muy prestigiosos. Si en sus inicios destacó el archiduque Lluís Salvador, en la actualidad pueden presumir de vender sus productos a la Familia Real española. «Doña Sofía solía venir y compraba cosas para la Semana Santa», recuerda. Además, señala que La Pajarita ha protagonizado reportajes para televisiones extranjeras. En este sentido, cuenta que unos dibujos suizos grabaron un anuncio en el citado establecimiento palmesano.Sin embargo, reconoce que han pasado momentos duros, relacionados con «la expansión de las grandes superficies, que han hecho mucho daño».

La Pajarita ha logrado sobrevivir al impacto de las grandes superficies, pero no han corrido la misma suerte la gran mayoría de establecimientos emblemáticos de la zona, que han sido sustituidos por franquicias. «Solo quedamos La Industrial y nosotros y aguantamos porque somos negocios familiares. De lo contrario, no se puede mantener», explica. Pese a las dificultades, la familia Mulet nunca se ha planteado cerrar La Pajarita porque «es mucho más que un negocio, para mí es mi vida». En este punto, precisa que ahora hay gente que vuelve a exigir calidad.

La iniciativa del Ajuntament de Palma de declarar establecimientos emblemáticos le parece positiva, pero también insta a los políticos a realizar allí sus compras. «Si tienen un compromiso que compren aquí, que prediquen con el ejemplo», los anima Mulet. «No sirve de nada que nos enseñen como si fuésemos dinosaurios, lo que necesitamos es que la gente compre», señala.