Los orígenes de Ca’n Canet se remontan al siglo XVII. Actualmente lo regenta la familia Oliver, que lo adquirió en 1951. Eva oliver es la actual administradora. | Teresa Ayuga

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Los orígenes de Ca’n Canet se remontan al siglo XVII. Actualmente lo regenta la familia Oliver, que lo adquirió en 1951. Eva Oliver, la actual administradora, explica que lo compraron sus abuelos, que eran panaderos y pasteleros en Santa Margalida. Eva recuerda que la crisis de los años 80 fue muy dura. «En la calle había mucha droga y robos», pero lograron «sobrevivir».

En 1996 falleció su padre y ella tuvo que involucrarse mucho más en el negocio; no era algo desconocido, ya que desde los 15 años iba a ayudar en fiestas. Desde entonces han tenido que recorrer un camino muy duro, que motivó que su hermano Toni empezase a trabajar con 14 años. Pese a todos estos contratiempos, el negocio les iba bien y a finales de los años 90 tuvieron una etapa muy buena. No obstante, en el local que ocupa Ca’n Canet en la calle Corderia tenían una renta antigua, que estipulaba que tenían que hacer una reforma, que se complicó: debía durar un mes y se prolongó durante seis.

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Posteriormente, tuvieron que reformar el local del mercado de El Olivar y con la entrada del nuevo milenio (2000) empezó el «declive». «Aguantamos porque lo nuestro es un oficio, no es un trabajo», explica. En este sentido, señala que las grandes superficies y las cadenas de supermercados les ha hecho mucho daño. «Ya casi no vendemos ensaimadas, ni tartas porque ellos las venden congeladas y contra eso no podemos competir. Yo no puedo competir con los precios de las grandes superficies o supermercados; no puedo vender un croassant a 30 céntimos». Eva explica que el margen de beneficio que tienen es «poquísimo» y critica que «Hacienda y la Seguridad Social nos están machacando. Al pequeño comercio no nos ayudan en nada». Las franquicias también les han perjudicado mucho, ya que han provocado el cierre de muchos de los bares más emblemáticos de Palma a los que ellos servían sus productos, como el bar Cristal, el Diplomatic...

Ante este panorama, hay días que le ve futuro al negocio y otros que no, «depende de cómo me levante». Pese a todo, asegura que «voy a seguir luchando porque no sé hacer otra cosa, lo llevamos en la sangre. Es como un compromiso, es algo nuestro; siendo la tercera generación no nos podemos rendir».