Pep y Jaume delante de algunos de los «mobylettes» que tienen. | M. À. Cañellas

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Jaume y Pep Palmer son dos hermanos de 48 y 54 años que descubrieron hace casi dos décadas el amor por el Mobylette. Todo empezó, nos cuenta Jaume, con la muerte de su abuelo. Éste tenía un Mobylette y decidió quedarse con él para intentar devolverlo a la vida. Y a partir de aquí comenzó la quimera de ir coleccionando hasta llegar a la treintena que tiene en la actualidad, aunque no todos están totalmente restaurados. «Lo cierto es que es un entretenimiento caro, ya que una buena restauración puede llegar a superar los dos mil euros y eso sin contar las cientos de horas de trabajo y nunca llegarás a venderlo por lo que te ha costado. Muestra idea es hacer una colección de diferentes modelos, todos los que podamos».

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DIVERSIÓN Y TRABAJO
Jaume y Pep nos contaban que todos los sábados por la mañana los dedican a la trabajar en alguna restauración, junto con otros enamorados de estos vehículos que vienen para ayudar o hacer su propia restauración. «Es una forma de divertirnos trabajando», nos dicen. Nos explican que entre sus piezas de museo destacan un AV-60 de 1962 y un AV-27 Superlujo de 1958.

El Mobylette lo fabricó la empresa española GAC en Eibar a partir de 1960 bajo patente de la marca francesa Motobécane, se llegaron a fabricar más de 30 millones de unidades. Los ‘mobylettes’ tienen dos nomenclaturas: los AV y los SP, los primeros son los que tienen el depósito debajo del asiento y no tienen barra, mientras que los SP tienen el depósito arriba y llevan barra.