El diseño de este modelo es bastante discreto, aunque la sensación de dinamismo que transmite después se ve reflejado en la conducción.

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La marca japonesa Subaru siempre ha ido asociada a la deportividad gracias a su participación más o menos exitosa en el campeonato del mundo de Rallyes durante la década de los noventa con el Impreza, un vehículo que aún hoy sigue en el mercado con el nombre de WRX STI y que mantiene un gran número de fieles adeptos. Otra cosa que distingue a la marca es su fidelidad a los motores bóxer, que son unos propulsores de combustión interna con pistones dispuestos horizontalmente.

El modelo que nos ocupa esta semana cuenta con una estética bastante discreta, aunque tiene un toque deportivo que lo hace muy interesante. La parte delantera se caracteriza por tener unos faros con un estilo marcadamente japonés, separados por una calandra de color negro en forma de nido de abeja. En la parte inferior nos encontramos los faros antiniebla, de grandes dimensiones.

La línea curva del XV ya da pistas del dinamismo del SUV, que acaba en una parte posterior que adopta unos faros más o menos cuadrados, bicolor y que viene, además, también marcada por los parachoques de dos colores con unas hendiduras que marcan el carácter más ‘todoterreno’ del Subaru.

El motor que hemos probado es el bóxer de 2.0 litros turbodiésel, que desarrolla 147 CV de potencia. Este propulsor nos ha sorprendido gratamente desde el inicio de la prueba. Si bien en frío hay que señalar que es un poco ruidoso. Este pequeño inconveniente se reduce a los pocos kilómetros de ponerse en marcha. Después el ruido desaparece completamente, de tal manera que incluso llega a parecer un vehículo de gasolina.

La aceleración del motor es realmente buena, sobre todo teniendo en cuenta que se trata de un vehículo de unas dimensiones más o menos grandes, con 4’45 metros de largo y casi 1.500 Kg de peso en vacío. Sube muy bien de vueltas y no se muestra perezoso en ninguna circunstancia. En la recuperación tarda muy poco para volver a subir de vueltas, lo cual se agradece mucho en los adelantamientos justos.

El consumo del propulsor, sin ser una maravilla, es bastante comedido. Los 5’6 litros que anuncia la marca se van fácilmente a los 6’6 en un recorrido mixto, pero no son para nada cifras altas. Los motores bóxer siempre han tenido fama de ser ‘gastones’, pero en este caso no lo es para nada.

Otra de las grandes virtudes del XV es el comportamiento del vehículo en carretera. Su dinamismo, que viene muy marcado por el sistema Symmetrical All-Wheel Drive, que mejora la estabilidad del vehículo de forma clara en las curvas, gracias a que la potencia se dirige a las cuatro ruedas y no a dos.

El interior destaca por ser de buena calidad, aunque los plásticos duros se encuentran presentes en algunas partes del interior. El marcador es un poco clásico en cuanto a diseño ya que en él se encuentran el velocímetro y el cuenta revoluciones, con una pantalla central de pequeñas dimensiones monocolor. Además se le echa en falta el indicador de temperatura del motor, que desde mi punto de vista es necesario. En la consola central sí que hay una pantalla de color (muy al estilo Civic) con buena definición, pero de pequeñas dimensiones.

En cuanto a comodidad, los ocupantes posteriores tienen suficiente espacio para las piernas, sin ir excesivamente holgados. El maletero del vehículo, con 380 litros, no es uno de sus puntos fuertes, pero sí que es suficiente para llevar tres o cuatro paquetes de dimensiones considerables.