Se trata de un vehículo con una estética muy equilibrada, cuyo espacio interior es justo pero el maletero ‘admite’ paquetes grandes. | Miquel Àngel Llabrés

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Aunque Volvo ha sido siempre asociada con Suecia, ya que en Gotemborg fue donde tuvo su sede la fábrica desde su nacimiento, en 1999 fue adquirida por la marca americana Ford que, en 2010, la vendió a una empresa china, que es la que fabrica actualmente la gama Volvo sin haber perdido un ápice de sus valores fundamentales: seguridad, calidad y fiabilidad, características a las que se ha unido recientemente la eficiencia energética de sus motores.

La primera versión del V40 se empezó a vender en 1996, que fue producida conjuntamente con el fabricante japonés Mitsubishi, ya que compartía plataforma con el Carisma. A finales del año 2016, la marca ha introducido pequeñas modificaciones en el V40 –cuya última generación empezó a fabricarse en 2012–, al que le han venido bien estos pequeños retoques de actualización, que afectan sobre todo al diseño exterior, aunque también se ha equipado con más y mejores elementos de seguridad, un aspecto que Volvo siempre ha cuidado al máximo.

ESTÉTICA
Los retoques estéticos afectan sobre todo a las luces delanteras, que son de leds, que iluminan muy bien de noche y que muestran una especia de raya horizontal en el centro que le da un toque más moderno, aspecto que comparte con todos los nuevos productos de la marca sueca.

La versión que probamos hace unos meses no tenía estos retoques estéticos ni estas mejoras, además de ser la variante que se distinguía exteriormente por el diseño de las fascias y las protecciones en la parte baja, además de ser un poco más alto (40 mm) que la versión berlina, que es la que hemos probado en esta ocasión para nuestros lectores.

MOTOR
La vez anterior probamos el motor D3, que era un propulsor diésel de 2.0 litros y 150 CV de potencia. El que hemos conducido en esta ocasión es el D2, un propulsor también de cuatro cilindros, de 2.0 litros, que cuenta con una potencia máxima de 120 CV a 3.600 rpm. El cambio de marchas es manual de seis relaciones, muy equilibrado, por cierto.

Las prestaciones que nos ha proporcionado este vehículo son las que nos esperábamos: un modelo más o menos dinámico, sin gran explosividad pero con las suficientes prestaciones como para realizar adelantamientos en carretera sin problemas.

Los diferentes modos de conducción –Elegance, Eco y Performance– permiten tener tres comportamientos diferentes, aunque en el V40 D3 esta diferencia de conducción se notaba un poco más que en este modelo. En los tres modos de conducción cuando se acelera, el motor responde con bastante celeridad, lo cual se agradece sobre todo a la hora de adelantar, que es cuando se necesita usar la potencia máxima. Quizá en el modo ECO es donde le cuesta más responder al acelerador.

El comportamiento en carretera es curioso, ya que se nota que la marca ha primado la comodidad de sus ocupantes con una suspensión que absorbe perfectamente las irregularidades y tendente a tener juego en las curvas. Pero cuando intentas hacer una curva cerrada a mayor velocidad, el V40 la traza sin tener que corregir la dirección, aunque sí bascula más que otros vehículos.

El interior del Volvo es en parte la manifestación de que se mantiene en algún aspecto fiel a sus orígenes, aunque es una seña de identidad que por suerte ya tiende a desaparecer en los nuevos modelos de la marca. Este aspecto viene marcado por la gran cantidad de botones que encontramos en la consola central, con números de teléfono, climatización, radio….

En la parte superior de la consola central hay una pantalla no táctil, que le confiere una mayor modernidad. El marcador sí que es totalmente moderno (quizá demasiado), ya que hay una ausencia total de relojes analógicos, que han sido sustituidos por una modernísima pantalla TFT.