Un vehículo deportivo ‘camuflado’ de familiar. | Miquel Àngel Llabrés

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Ya tuvimos la oportunidad de probar hace pocas fechas el nuevo Kia Optima SW en la versión no deportiva, un automóvil surcoreano que fue renovado durante este año pasado y que también se puede adquirir en este acabado GT Line, una versión más deportiva que viene muy marcada por los espóilers, por la doble salida de escape y por el imponente difusor de la parte posterior y por multitud de detalles en el interior.

El Kia Optima es un vehículo del segmento D, un tipo de automóvil que se ha visto un poco desplazado últimamente por la proliferación de los vehículos SUV, que siguen su senda exponencial de ventas en detrimento de las berlinas tradicionales, a las que les cuesta levantar cabeza.

Hay que decir que si hablamos de seguridad, a pesar de todas las ayudas a la conducción y demás sistemas, los vehículos de menor altura son los más seguros al tener el centro de gravedad más bajo, aunque la estética y la sensación de seguridad hacen que el tipo de vehículo vencedor sea un SUV.

DISEÑO
El vehículo que hoy nos ocupa, el Kia Optima SW GT, cuenta con la misma parte delantera que la berlina de la cual deriva. Los faros son bastante grandes, con un diseño moderno y atractivo, más del estilo asiático que no europeo. La marca coreana, curiosamente, sigue apostando por los faros bi-xenon, en lugar de los led, aunque sí que tiene luces diurnas con iluminación led. Los espóilers delanteros le acaban de dar ese toque deportivo.

La parte posterior dispone de unas luces con un diseño bastante tradicional, con faros bicolor, alargados, que se ven favorecidos estéticamente por el difusor de la parte interior, en el que también destacan las dos salidas de escape, una a cada lado, el difusor o el detalle de las letras GT Line.

PROPULSOR
Al igual que la berlina, el Kia Optima SW se pone a la venta con un solo motor, el 1.7 CRDi de 141 CV, que le confiere un dinamismo muy interesante. En este caso, la caja de cambios es manual, aunque nos causó mejor impresión la automática de la berlina. Es un propulsor de gran finura con el que se consiguen unas prestaciones más que suficientes. Sobre todo la aceleración en primera y segunda es muy buena, gracias al hecho de tener marchas muy bien escalonadas. Así, acelera de 0 a 100 Km/h en 10,3 segundos. Quizá por esa misma causa de las velocidades algo largas, la cosa se complica en la recuperación, donde es necesario reducir bastante de marchas para que el vehículo vuelva a subir de vueltas. Es la única pega que encontramos a este motor, que destaca en todos los demás apartados a pesar de su voluminosidad y peso.

El consumo es otro de los apartados donde el modelo surcoreano da el do de pecho al ofrecer una media, según marca, de 5’1 litros a los 100 Km, que nosotros sólo hemos conseguido subir hasta los 6 litros, que también es muy buena cifra.

En el comportamiento en carretera se ha optado –de forma acertada– por una configuración muy basada en la comodidad de los ocupantes, lo cual es normal en una berlina de este tipo. El trazado de las curvas es muy bueno, aunque si es cerrada quizá tiende un poco a sobrevirar, sin que se pierda el control en ningún momento. Sus medidas generosas se ven perfectamente reflejadas en el interior, ya que los ocupantes de las plazas traseras van muy cómodos sentados, con un inmenso espacio para las piernas, además de ser muy amplio lateralmente.

La versión que hemos probado es la mejor equipada y dispone de asientos de piel con regulación eléctrica los delanteros, lo que le da un toque muy lujoso. La consola central del vehículo se caracteriza por disponer de una pantalla táctil de grandes dimensiones, que ayuda a controlar la mayoría de las funciones del vehículo. El acceso al maletero es muy fácil y gracias a su anchura y distribución regular, se pueden introducir objetos de grandes dimensiones sin ningún problema.