¿Cómo llega usted al budismo?
Hace unos 30 años me acerqué a él cuando aún vivía en Buenos Aires, fue un acercamiento progresivo. Al igual que en los relatos llegué a una tradición espiritual cuando atravesaba una crisis, pero era una de esas crisis amables en esas en las que te aburres, no encuentras mucho sentido a la historia, algo más de beber y en un momento en el que había satisfecho de sobra lo que se espera de una vida: la casa, relaciones personales… Tenía una orfandad espiritual. Tenía mucha curiosidad por la pintura, algunas artes marciales blandas como el shi xuan y pensé ‘en este barrio está el budismo’ vamos a visitarlo. Me cautivó muchísimo el mensaje del Dalai Lama sobre la compasión. Eso me llevó a un centro budista donde empecé mis estudios y los rezos sencillos. Varios años después, ya en España delante de la incertidumbre y cambio de país encontré en el budismo una fuente de apoyo.
La compasión es uno de los temas que más ha trabajado. ¿Es ese el camino a la hora de manejar la ira en situaciones de frustración?
Vamos a ponerlo en contexto. Es multifactorial: podríamos ver como podemos estar en esta sociedad. Si seguir el camino que los estímulos nos están marcando o establecer un hueco consciente de atención en espacios del día a día que lo permitan. Como dicen los americanos ‘no te preocupes por las sillas del Titanic cuando te estás hundiendo’. En un mundo tan competitivo hay una cosa endémica entre nosotros que es la falta de validación. Eso nos vuelve competitivos y desconfiados. Incluidos nuestras propias capacidades porque hay tantos estímulos. Hemos normalizado sentirnos mal. Debemos decirnos y decidir qué es lo que nos merecemos. Entre lo que tengo y lo que me merezco debo pasar a la acción.
¿De qué manera bebe la neurociencia del budismo?
A través de la experiencia. Se han mapeado los cerebros de grandes meditadores que han estado entre 30.000 y 60.000 horas en este estado con la intención de ver y analizar distintas fases cerebrales como la atención, la compasión, la apatía benevolente, el amor, la ecuanimidad... para ver como operan y observar la riqueza neuroplástica. (La neuroplástica es la capacidad del cerebro para recuperarse, reestructurarse y adaptarse a nuevas situaciones). Esos son algunos aspectos que unen las ciencias contemplativas y las ciencias contemporáneas.
Usted trabaja en el acompañamiento en el proceso a la muerte.
Aquí entra en juego todo esto de lo que hemos hablado. La primera pauta es escuchar y estar disponible para el otro. No vamos a rescatar a nadie ni decirle lo que tiene que sentir. Hay algunas despedidas amables, indiferentes y otras muy dolorosas. Hay una idea de muerte edulcorada en la que todo va a ser magnífico y no siempre es así. Como acompañante no hay que responder por el otro, sino acompañarle en su interrogante. Si en su interrogante entiende que puede conversarlo conmigo estoy dispuesto pero no en mis términos, sino en los suyos.
4 comentarios
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Por algo sera.
Permitimos que los trabajadores de los ciudadanos los políticos trabajen para las grandes corporaciones conspirando y usurpando nuestro futuro y calidad de vida. El permitirlo consumiendo medio pais medicamentos nos adormece para eliminar el mal común.
Normalizar? O és que no queda més remei davant una societat adormilada, acostumada a mirar cap a una altra banda mentre la injustícia es cola per totes les escletxes? Semblaria que ens hem resignat a acceptar-ho tot, sense qüestionar, sense rebel·lar-nos, com si fos més fàcil deixar-se endur per la inèrcia que enfrontar-nos al que està malament. Però la normalització no és altra cosa que la rendició disfressada de conformitat. És hora de despertar, d'obrir els ulls i de recordar que som nosaltres qui decidim què és acceptable i què no.
Pues sí. Con la que está cayendo yo digo que es extraordinario estar bien. Para poder estar bien hay que abstraerse de todo y casi que también iresponsabilizarse y no es fácil para la mayoría.