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No voy a glosar sobre la situación crepuscular del Estado. Con la DANA, los únicos que han estado a la altura, como es habitual, han sido las personas que la han sufrido en sus carnes y el voluntariado, que una vez más nos ha evidenciado que la ciudadanía siempre es mejor que sus dirigentes. Tengo familia y buenos amigos en Valencia. He podido sentir su dolor y dimensionar su angustia y rabia. Saldrán adelante. Su recuperación exige rapidez, priorizarla por encima de las disputas de los políticos. Conmina a una reflexión sobre la prevención. Resulta obvio que el cambio climático nos conducirá a fenómenos meteorológicos que la demografía y estructura urbana anterior no soportará. Pero el drama era evitable. Lo que me está reconcomiendo el alma es ver la incapacidad absoluta de empatía con la infancia. Como es posible que con la cantidad de asesores, técnicos y demás mamandurria, se planteen suspender la Navidad. Cualquier profesional relacionado con la infancia y su salud mental les alertará del atropello demencial que supone a los peques. Ahora más que nunca hay que protegerlos y disminuir su impacto emocional. Ellos han visto y sufrido la tragedia, pero en la mayoría de los casos no acaban de entender lo ocurrido. Han inhalado el dolor de sus papás y abuelos. En muchos casos han perdido a un ser querido de su mundo afectivo. Ahora les privarían, por una decisión irracional, estúpida y sin pensar en ellos, su semana más bonita del año. La esperan con una ilusión que nadie en su sano juicio les puede destruir. La gente se ha volcado. Excepto los de la moqueta y poder político de siempre. La decrépita, inoperante e impresentable UE ni está ni se le espera. Sánchez ha jugado a destruir a Mazón. Este ha demostrado su incapacidad absoluta. Mandamos ayudas para jugar a la guerra. Posturean con Oriente Próximo y se cargan los Reyes Mágicos que según la simbología infantil navideña, vienen de allí. En lugar de minimizar su dolor se lo acentúan. Ahora sería el momento de mandar todas las fuerzas armadas con toda su inmensa capacidad logística, que las grandes empresas y fortunas del país pusieran todo lo necesario para generar electricidad, engalanar las calles, llenarlas de payasos, actividades lúdico-mágicas, oropel, guirnaldas, música, arte, alegría e inundar sus camitas de regalos. Me siento impotente. Triste de ver que parece que nadie se ha dado cuenta de esta tragedia. Los mayores tenemos cierta capacidad de resiliencia. Pero un niño si solo capta dolor, además de hacerlo suyo, no lo entiende. Ruego arrodillado ante los que tiene el poder y no me refiero al político, del que no espero nada, sino al económico, las ONG, plataformas, sociedad civil, debemos reaccionar. Los milagros existen. Aún estamos a tiempo de evitar este magnicidio. No hay peores asesinos que los segadores de inocencia.