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JAVIER JIMÉNEZ
Hace una semana, en concreto el pasado domingo, Noura tenía ilusión por la vida. Ahora la joven marroquí de es Rafal está muerta, su marido está en prisión por apuñalarla mortalmente y sus cuatro hijos, convertidos en huérfanos de madre, han sido acogidos en un centro de menores.

Ayer, a las dos y media de la tarde, amigos y vecinos de Noura se concentraron en la calle Eucaliptus, justo en el lugar donde siete días antes la magrebí caía mortalmente herida. Unos ramos de flores, algunas cartas, unas velas y un cartel homenajeaban a la fallecida. «Te has ganado el cielo, Noura», rezaba una de las misivas manuscritas. Entre los concentrados había varones marroquíes, que conocían a los dos implicados en los trágicos acontecimientos. También otros inmigrantes. «Lo que queremos es que algo así no vuelva a pasar, hay muchas mujeres en peligro de muerte por culpa de maltratadores. Sabemos que es pedir casi un imposible, porque basta leer las páginas de los periódicos para entender que este fenómeno no hay quien lo pare», apuntó una mujer, visiblemente emocionada.

El tema de conversación de los concentrados giró, casi obsesivamente, sobre el futuro incierto de los cuatro hijos de Noura y Rachid: «Son muy pequeños y una de las niñas tiene una grave minusvalía; dicen que las familias materna y paterna no se pueden hacer cargo de ellos porque no tienen medios y estamos muy preocupados por el porvenir que les espera».