En una fría noche del 23 de octubre de 1960, una pareja se encontraba en una casa de la carretera de Puigpunyent, en Son Anglada. No sospechaban que en el exterior, un hombre armado con una escopeta les estaba acechando, emboscado. Esta es la crónica de un doble crimen y un posterior suicidio que sacudió a la sociedad mallorquina de la época por la violencia con la que se sucedieron los hechos. Más de sesenta años después, los más veteranos de aquella urbanización palmesana, frente a Son Roca, todavía recuerdan la cacería humana de Petra y Antonio.
En la mañana del 24 de octubre de aquel año, a las ocho y media de la mañana, un vecino pasó frente al caserío habitado por Antonio Serra Torres, conocido como 'El Ibicenco' porque había nacido en aquella isla. Era un carbonero muy conocido y apreciado en la zona. El testigo, horrorizado, reparó en dos cuerpos agonizantes en el exterior de la vivienda.
Se trataba de Petra Company Panisa y Antonio, su compañero. Ambos presentaban heridas de fuego en el rostro y otras partes del cuerpo, y estaban destrozados. Pese a la carnicería, todavía respiraban. La casa de Socorro fue informada del tiroteo y sendas ambulancias evacuaron a la pareja hasta el Hospital Provincial, en Palma. Al llegar, 'el Ibicenco' ya había muerto.
El doctor Porta, al frente de un equipo de cirujanos, operó de urgencia a Petra, que se debatía entre la vida y la muerte, tras haber perdido una gran cantidad de sangre por los impactos de los cartuchos. Su vida pendía de un hilo y los facultativos no eran muy optimistas sobre su recuperación. Finalmente, a las tres de la tarde, la mujer murió. Antes, pudo facilitar el nombre completo del tirador que les había emboscado mortalmente en la finca de Son Anglada.
Se trataba de Vicente Martorell Gelabert, un vecino de Muro con el que Petra había convivido en un piso de Palma, cerca de la Plaza de Toros. Ella acabó marchándose y parece ser que los celos enloquecieron al varón, que juró vengarse.
A partir de ese momento, se inició una gran batida para dar con el asesino que ya estaba identificado. Tenía en su poder una escopeta de caza, con los cañones recortados, y los investigadores temían que pudiera volver a atacar a alguien.
En su huida de Son Anglada había dejado un rastro de pisadas y sangre de sus víctimas, así que todas las unidades se desplegaron en dirección a Son Roqueta, La Vileta, Son Puig y Son Quint. Fue precisamente en esta finca, a las seis y cuarto de la tarde, cuando un vecino se topó con un hombre tendido en el suelo, junto a una escopeta recortada. Se acababa de quitar la vida. Era Vicente Martorell, el doble asesino.
Estaba a pocos metros del cementerio de La Vileta y la policía dio por cerrado el caso. La hipótesis principal fue que el vecino de Muro actuó movido por los celos. Y que tendió la emboscada a la pareja cargado con numerosos cartuchos y decidido a que ninguno de los dos saliera con vida. Lo consiguió.
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