El Real Mallorca ha vivido su fiesta grande en la gala de celebración del aniversario del primer ascenso a Primera. | Joan Torres

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Un día como hoy, hace exactamente cincuenta años, el Mallorca empezó a redactar las páginas más bonitas de su historia. El 17 de abril de 1960, el club balear, presidido entonces por Jaume Rosselló, conquistó el desaparecido campo de Vallejo y certificó un ascenso que provocó que toda la Isla temblara durante varios días. Aquella gesta, que con el paso del tiempo ha ido cobrando todavía más volumen, ha permitido que la entidad disfrute ahora de unas vistas privilegiadas sobre el mapa futbolístico. Los supervivientes de aquella campaña mágica se reunieron ayer en el Teatre Principal de Palma para recibir el calor de una sociedad, la mallorquina, que a partir de ese momento empezó a mirar al futuro con optimismo. Medio siglo después, los resultados de ese exclusivo grupo de jugadores siguen representando los sentimientos de oro de todo el Archipiélago.
El acto central de las celebraciones por el cincuentenario volvió a congregar a los artífices de un triunfo que late con más fuerza que nunca en el corazón del mallorquinismo. Jaume Rosselló, Joan Forteza, Antonio Oviedo, Jaume Arqué y Julià Mir volvieron a emocionar al mallorquinismo como a principios de los sesenta. Y a los que ya no están, se les reservó su pedacito de gloria con un constante y sincero recuerdo. Nadie podía quedar al margen de un contecimiento tan señalado.
El primero en recordarlos fue el actual presidente del Mallorca, Tomeu Vidal, que hizo una mención especial a Juan Carlos Lorenzo, el entrenador de la época, y a su viuda, Nora Antuna. Sin embargo, el mayor reconocimiento de la noche se lo llevó Jaume Rosselló, que levantó al abarrotado auditorio del Principal antes de recordar que hace cincuenta años fue «el hombre más feliz del mundo». El histórico dirigente, que prefirió no incidir demasiado en los malos momentos que pasó después en el palco del Lluís Sitjar, le entregó todo el mérito de lo ocurrido a sus jugadores. Como cuando calificó a Joan Forteza como «el mejor mallorquinista que hay en la Tierra», o cuando reclamó una atención especial para Julià Mir, que en 1960 recorría todavía los primeros kilómetros de su carrera deportiva. La presidenta del Consell de Mallorca, Francina Armengol, también definió el ascenso como «el símbolo del cambio de nuestra tierra» y achacó la bonanza deportiva actual al ejemplo que impulsó aquella plantilla hace ahora cinco décadas.
Miguel Vidal, periodista y colaborador de Ultima Hora, fue el encargado de dar paso al documental de Juan Carlos Pasamontes «Radiografia d'un ascens», aunque antes provocó que el Principal retumbara de nuevo al volver la mirada para subrayar los nombres de Lorenzo, Turró, Zamora, Vendrell, Magín, Ladaria, Guillamón, Currucale, Boixet, Martínez o Laguardia.
Después y durante casi sesenta minutos, el documental de Pasamontes desplazó a los asistentes a través de todos los estados posibles. «Se ha hecho como se tienen que hacer las cosas, sintiéndolas primero», recordaba su autor. Y con la proyección, plagada de anécdotas, curiosidades de la época y testimonios tan valiosos como el de Di Stéfano, el público se lo pasó en grande. Sin embargo, el momento más emocionante de la velada vendría después. Primero, con la interpretación del himno del club por parte del pianista Joan Roig y el barítono Joan Brunet con los arreglos de David León Fioravanti. Y después, con las lágrimas de los protagonistas del ascenso. Lágrimas doradas, por supuesto.