Los jugadores del Mallorca festejan el gol de Rubén, anoche en el ONO Estadi. | Efe - FOTO MONSERRAT

TW
1

El Mallorca jugará en Europa la próxima temporada. No es una afirmación, es casi una realidad. Sólo falta conocer si inscribirá su nombre en la Champions o en la Europa League. A falta de cinco jornadas para que la Liga baje el telón, el grupo balear comienza a marcar su territorio. Tiene un colchón de seis puntos respecto al séptimo, el próximo domingo vuelve a jugar en casa y ayer, ante un Osasuna decepcionante, demostró la virtud que distingue a los equipos grandes: ganar sin necesidad de jugar bien. El conjunto isleño se apoyó en la solvencia de su portero -la importancia de Aouate en este éxito es enorme- y en su contundencia en la estrategia para encadenar una nueva victoria en Son Moix, recuperar la cuarta plaza y presentar su candidatura europea para la próxima temporada (2-0).

El triunfo radicó en la importancia de la estrategia. En un partido áspero, rocoso, frío y atascado, el acierto a balón parado es el camino más corto para alcanzar el éxito. Y el Mallorca optó por esta ruta. Rubén se impulsó de nuevo sobre los centrales enemigos para calcar la acción de hace unos días en Zaragoza y conectar un testarazo a la escuadra que hundió a Osasuna. Al cuarto de hora, Aouate se había jugado el físico para taponar un remate a bocajarro de Juanfran. Ahí radica la diferencia entre una escuadra que pelea por la Champions y otra que lucha por sobrevivir entre la nobleza.

El duelo resultó un tostón en el campo y con un paisaje desolador en las gradas. Uno de esos partidos desangelados de pretemporada. De las primeras rondas de Copa. Encuentros jugados casi en el anonimato. La frialdad del escenario provocó un cortocircuito notable en el cuadro general de ambos equipos, incapaces de asociarse.

El Mallorca echó de menos el dinamismo del Chori Castro y no mostró el virtuosismo de citas precedentes en casa. Osasuna lanzó la moneda al aire y le salió cruz. Sin dientes. Sin mordiente. Irreconocible. Ni siquiera hubo camachinas desde la banda. No sudó ayer el de Cieza...

El equipo isleño quiso vivir de la contra pero se encontró con varios obstáculos insalvables. Sin Castro, el grupo isleño perdió verticalidad y dinanismo en los contragolpes. Tampoco favoreció el partido de Borja Valero, con las luces apagadas, ni de Mattioni, que apenas pudo explotar su velocidad. Ante este panorama, y con las barricadas de Osasuna delante de Ricardo, el conjunto bermellón optó por rifar el balón a Víctor y Aduriz, una apuesta que apenas generó dividendos pero que provocó más de un descosido en la temblorosa zaga navarra.
Después de un inicio gélido, el Mallorca asustó con dos ocasiones consecutivas: un disparo de Borja que rechazó Josetxo con Ricardo ya batido y un empalme de Víctor que rozó el larguero.

Pero Osasuna, que dominó más el balón pero tuvo menos profundidad, respondió a lo grande. Con la ocasión del partido. Un centro de Massoud que no despeja Ayoze y que Juanfran remata a bocajarro. Aouate, jugándose la vida, se lanzó para evitar el gol. Ni siquiera las oportunidades animaron la noche y el duelo se enredó.
Como el gol no llegaba por la vía estética, el Mallorca apeló a la vía rápida. A la estrategia. Un gran zurdazo de Varela fue rechazado a córner. De la esquina nació el 1-0, un servicio de Borja que remató Rubén. Aouate evitó el empate en la frontera del descanso tras un gran chut de Vadocz.

Tras el descanso, Osasuna creó peligro con un par de internadas de Juanfran, pero se estrelló contra su propia inoperancia ofensiva en la mayoría de ocasiones y ante Dudú, en otras.

En la otra área, las asociaciones de Aduriz y Víctor sembraron de pánico a Ricardo y sus defensas. Aritz firmó un jugadón de lujo que acabó con una rosca de academia al larguero. En la recta final, Keita -sustituto de un renqueante Borja- puso la puntilla. Europa ya se divisa en el horizonte. No es una afirmación. Es casi una realidad.