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Guillem Morro (Porreres, 1947) ha dedicado toda una vida de profesor e investigador a la historia medieval. Doctor por la Universitat de Barcelona en esta especialidad, el estudioso ha unido esta temática con otra de sus pasiones, la marina, para redactar una extensa obra documental, La marina medieval mallorquina. 1250-1420. El libro se presentará hoy, a las 21.00 horas, en el Parlament.
El resultado de su investigación evidencia que durante los siglos medievales Mallorca «fue un auténtico cap de creus, como ya dijo en la época el cronista Marcili. Era un punto de concurrencia de rutas mediterráneas por su privilegiada y estratégica posición geográfica». La Isla, donde se encontraban «los mejores cartógrafos y fabricantes de brújulas en el siglo XIV», fue entonces un centro de almacenaje y redistribución de mercancías, que en la época del rey Sanç llegó a tener una flota de hasta 300 naves.
Con todo, Mallorca nunca alcanzó a Catalunya y Génova, que «se disputaban el Mediterráneo» en aquel entonces. Eso sí, llegó a tener consulados «en sus cuatro cuadrantes». Las rutas comerciales mallorquinas más concurridas eran la que llegaba a Siria y Alexandría pasando por Sicilia, Creta o Chipre; la que se dirigía al norte de Àfrica, un mercado «esencial»; y la que llegaba hasta Inglaterra o Flandes tras pasar por Sevilla y Lisboa.
En la Isla se construyeron barcos de todo tipo, tanto en centros públicos, como las Dressanes de Palma, como privados, como el port d'Alcúdia. En La marina medieval mallorquina. 1250-1420 Guillem Morro también analiza el aspecto económico y de gestión del comercio, las ciencias y técnicas de la época aplicadas a la navegación, el derecho marítimo, la política consular o las infraestructuras.