Cientos de seguidores han recibido al Madrid en Son Sant Joan. | Teresa Ayuga

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Después de nueve meses eléctricos de competición, la Liga se juega esta noche en el Palma. Lejos de aclarar algo, los treinta y cinco capítulos que ha registrado hasta ahora el torneo han cubierto de suspense el cielo de la clasificación y todo lo que afecta a esa franja de la tabla, desde el nombre del campeón hasta la configuración de la parrilla europea, dependerá de lo que ocurra sobre la alfombra de Son Moix durante noventa minutos explosivos en los que el resto del fútbol español será incapaz de apartar la mirada de la Isla.

Por un lado, el Mallorca, el equipo más descarado de la temporada, un conjunto empeñado en recuperar los galones de la Champions al que los últimos resultados han impulsado a una velocidad de vértigo. Y por el otro, el Real Madrid, uno de los clubes más poderosos del planeta que pese a gestionar los números más abultados de su tránsito por el torneo doméstico, vive arrinconado por la presión de actualizar sus vitrinas. Agonía y pasión. Fútbol y espectáculo. No se puede pedir nada más (ONO Estadi, IB3 Televisió y La Sexta, 22.00 horas).

Los caprichos del calendario y el accidentado guión de la Liga van a conceder al mallorquinismos la posibilidad de disfrutar un encuentro gigantesco, seguramente el más atractivo de todos los que se pueden presenciar de aquí a que se cierren las ventanas del ejercicio. Y a diferencia de lo que venía sucediendo en los últimos tiempos, el Mallorca anda incrustado en la zona de conflicto y disfruta de unas vistas privilegiadas. Ahora, sólo debe preocuparse de conservarlas.

El grupo de Manzano se asoma a la jornada con el cargador lleno y la mentalidad de un grande. Sobre todo, después de levantar la voz en San Mamés. Desde ese momento, los mensajes que se filtran desde el vestuario van en la misma dirección: «La cuarta posición es nuestra; si la quieren, nos la van a tener que arrebatar». Más claro, imposible.

El gran escollo a superar por el conjunto balear reside en la propia naturaleza del Madrid. Imprevisible y espontánea en cualquiera de sus acciones, la escuadra que patronea Manuel Pellegrini se presenta en la Isla con el crédito justo y la obligación de seguir devorando victorias para preservar la intriga del campeonato. Saben muy bien entre el ejército blanco que la única forma de maquillar esta primera versión de su insaciable proyecto está ligada al triunfo en el ONO Estadi. Quizá por eso, el combate de hoy lleva mucho tiempo marcado con un círculo rojo en las instalaciones de Valdebebas. Puede que el Mallorca todavía tenga reservado un pequeño espacio para el error. En la orilla contraria, eso es imposible.

Vuelve a tener Manzano a toda su artillería en formación. A excepción del lesionado Tuni, todos sus efectivos se han aplicado las pinturas de guerra y aunque parece poco probable que el técnico modifique la propuesta que utilizó en Bilbao, podría permitírselo con el fin de inmovilizar al cuadro madridista. En cualquier caso y según lo que se desprende de sus últimos movimientos, es probable que encare al conjunto merengue sin preocuparse demasiado de sus prestaciones. No obstante, el preparador de Bailén no ofrecerá hasta hoy la lista de convocados y si se guarda algún as en la manga no lo mostrará hasta el último momento.

El Madrid, en cambio, va a seguir viviendo al límite. Osasuna ya le metió el miedo en el cuerpo el domingo y tendrá que volver a volcar todo su fútbol sobre el mantel si no quiere iniciar antes de tiempo las vacaciones. Hoy, en Son Moix, no faltará de nada.