El jugador del Rayo Vallecano Salvador Funet y Alshassne Keita del Real Mallorca luchan por el balón en el partido de ida de octavos de final de la Copa del Rey. | A. Martín

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Toca arremangarse. Si el Mallorca quiere alargar el sueño de la Copa, está obligado a forzar otra remontada. El equipo balear, despojado de nuevo de sus jugadores más influyentes, besó anoche la lona de Vallecas y tendrá que agarrarse al embrujo de Son Moix para seguir caminando. Una pésima actuación colectiva, la absurda expulsión de Mattioni y el aplomo del Rayo dejaron contra las cuerdas al conjunto de Manzano, que tendrá que calcar el guión de la eliminatoria anterior para estirar su sonrisa (2-1).

El Mallorca desembarcó en Vallecas embutido en el traje de la Copa y con un once forrado de futbolistas poco habituales. Además, se encontró con un escenario particularmente hostil por las condiciones climatológicas, que cubrieron el césped de hielo y nieve. Sobre ese tablado, los bermellones intentaron imponer sus credenciales desde el principio, pero el oficio del Rayo impedía cualquier avance serio y ordenado. Pese a todo, fueron los baleares los que intentaron golpear en primer término. Julio Àlvarez, con un libre directo, y Víctor Casadesús, con un disparo desde fuera del área, indicaron el camino a seguir, aunque ni uno ni otro consiguieron abrir la lata.

El Rayo fue ganando en confianza y empezó a ejercer de local sin importarle su teórica inferioridad. Y lo cierto es que su esfuerzo encontró enseguida la recompensa. El veterano Míchel, que por entonces ya había empezado a dirigir el tráfico en la zona ancha, tomó la iniciativa y se lanzó al ruedo sin compañía. Con el balón pegado a la bota, se coló entre Nunes y Mattioni y sorteó a Lux con una frialdad asombrosa para marcar a placer y lanzar la primera advertencia seria de la eliminatoria (minuto 15).

El gol sacudió los músculos del Mallorca, que al menos supo reaccionar con rapidez al problema. Cinco minutos después, ya se había puesto otra vez en pie. Una falta lateral y muy alejada del marco de Dani sirvió para que Pezzolano peinara la bola y Julio, tras controlarla, la cruzó con la pierna derecha para firmar el empate (minuto 20).

El encuentro se sosegó y los dos equipos optaron por guardar las distancias, aunque la rutina se rompió cuando Mattioni metió al Mallorca en un laberinto. El brasileño, que había sido amonestado a los 12 minutos por tocar el balón con la mano, agarró de forma infantil a un jugador del Rayo y propició una expulsión que dejó gravemente tocado al cuadro isleño (minuto 35).

Al verse en superioridad, el Rayo se vino arriba. Manzano protegió a su defensa incorporando a Josemi en lugar de Tuni y mientras el equipo se recomponía, los de Pepe Mel le asestaron otra bofetada. Míchel se revolvió en uno de los picos del área y envió el cuero al segundo palo de Lux, donde emergía Collantes. El medio rayista sólo tuvo que avanzarse a Víctor y poner la cabeza para devolverle la ventaja a su equipo a las puertas del descanso (minuto 42). Además, los madrileños pusieron en evidencia a Manzano, que tras la expulsión había dejado demasiado desprotegido el centro del campo. Bruno China no podía atajar el suministro franjirrojo, Víctor andaba perdido en una banda y la defensa parecía de broma. Había tantos problemas que solucionar, que el descanso resultó un alivio para los insulares.

El Mallorca volvió al campo obsesionado por nivelar otra vez el combate, pero su furia casi le cuesta un precio altísimo, ya que Pachón, totalmente solo, perdonó incomprensiblemente el tercer gol vallecano. Sin embargo, los locales se dejaron llevar y el Mallorca volvió a ver la luz. Primero, con un intento de gol olímpico por parte de Julio que murió contra el palo y después, con la entrada de Martí, que ayudó a Manzano a corregir sus errores iniciales. Gracias a eso, Víctor y Castro rebañaron dos grandes oportunidades que podían haber cambiado el aspecto del duelo, pero habrá que seguir esperando.