Iván Ramis, junto al doctor Munar, tras serle aplicado un aparatoso vendaje.

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La vida sigue igual tras los muros del ONO Estadi. Ni siquiera el Carnaval de Santa Cruz ha logrado que el Mallorca altere su fisonomía como forastero. El equipo bermellón, con unas maneras diametralmente opuestas a las que muestra en casa, redactó anoche la enésima decepción de la temporada a domicilio y malgastó una ocasión para acomodarse en el ático de la Liga y engordar su ambición europea (1-0).
El Mallorca volvió a exhibir su versión plomiza en un primer tiempo para arrojar directamente a la papelera y de haber tenido enfrente a otro rival más cualificado, probablemente hubiera agotado todo su crédito antes del descanso, aunque esa desidia inicial le acabó pesando como una losa. El Tenerife, que abría la cita agarrotado por la presión que le imprimía su situación en la tabla, se fue sacudiendo los nervios al mismo ritmo que avanzaba el crono y al comprobar que su invitado no estaba para mucha fiesta decidió asumir la vara de mando. La escuadra de José Luis Oltra, con muy poca cosa y ninguna estridencia, se apropió de la gestión del juego y trasladó toda la acción a la mitad del campo rojilla. Era incapaz de plantarse en la orilla de Aouate con el rifle en la mano, pero tenía totalmente sometido al once balear, que perseguía la bola sin demasiado sentido. Sin embargo, a partir del minuto diez la defensa mallorquinista empezó a mostrar las primeras grietas. Ramis, que al comienzo del choque recibió un fuerte golpe de Aragoneses, andaba desorientado y el Tenerife buscó su perfil a la hora de hacer daño. En ese escenario tan propicio para los canarios, Alfaro se inventó un pase al hueco que recogió Nino después de arrancar en posición dudosa y el ariete chicharrero, tan frío como de costumbre, batió por bajo a Aouate en un ejercicio de serenidad. Aún no se había consumido el primer cuarto de hora y al Mallorca le tocaba caminar cuesta arriba.
El golpe del Tenerife agudizó aún más las penurias baleares y Nino, otra vez Nino, perdonó el segundo casi a continuación tras un nuevo gazapo de Ramis. Afortunadamente, su tiro acabó tras la línea de fondo y el Mallorca siguió respirando.
El ejército de Manzano, prácticamente inédito en ataque a lo largo del primer acto, sólo intimidó por medio de Mario Suárez. El centrocampista de Alcobendas, que fue quien más lo intentó en ese tramo de la función, sacó del letargo al meta tinerfeño con un enorme zurdazo desde la frontal, pero la ocasión acabó en un triste saque de esquina. De ahí hasta el descanso, el encuentro podría haberse extendido sin la presencia de las porterías, porque ni uno ni otro eran capaces de hilvanar nada consistente. El Mallorca, por ejemplo, no conectaba más de tres pases y aunque Borja lo probaba todo sin éxito, sólo Mario y Castro emitían señales de vida. El uruguayo, además, buscó el empate con una falta alojada junto a la media luna del área, pero la barrera atajó la trayectoria del esférico poco antes de que se cruzara el ecuador de la batalla. El equipo llegaba al descanso con los bolsillos vacíos y sin apenas luz en el horizonte.
El Tenerife inauguró el segundo tiempo enseñando los dientes y Manzano, al comprobar que el partido se le escapaba, empezó a activar el banquillo. Su primer movimiento consistió en retirar de la puja al desaparecido Julio para buscar auxilio en el músculo de Webó. Con la entrada en escena del camerunés, el Mallorca ganó peso en la parcela ofensiva y subió una marcha. Los canarios empezaron a recular y su defensa se hacía vulnerable. En cualquier caso, los rojillos tampoco llegaban con excesiva claridad y a Aragoneses no le hacía falta intervenir.
El técnico visitante abrió otra vía con la entrada al campo de Pezzolano primero y de Varela después, pero el tiempo jugaba ya claramente en su contra y el fútbol de los mallorquines no contaba con tantos argumentos como para aspirar al empate. Además, Manzano sacrificó en sus permutas a Mario y Aduriz, lo que restó todavía más potencia a un propuesta confusa y sin contenido. Al final, lo único que hizo el equipo fue colaborar en la fiesta que se había desatado en el estadio.