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Aunque la oscuridad institucional resulta cada vez más profunda, el mallorquinismo empieza a intuir algo de luz en el horizonte. El desembarco en el club de Llorenç Serra Ferrer no deja de ser una expectativa y una ilusión colectiva para una afición hastiada y deprimida por todo lo que ocurre fuera de los terrenos de juego. El hecho de que el técnico de sa Pobla y Mateu Alemany hayan restablecido sus relaciones tras los desagradables episodios del verano pasado alimenta el optimismo en una entidad abocada al concurso de acreedores. Y aunque por el momento sólo se trata de una quimera, el ex de Betis, Barcelona y AEK Atenas se ha convertido ya en la gran esperanza roja.

La chispa se encendió hace un par de semanas, justo después de que trascendiese un encuentro a manteles entre el máximo accionista y consejero delegado del club y el propio Serra. Al parecer, durante la comida no se planteó la compra de la SAD por parte del pobler, pero sí que se puso fin a aquella agria polémica que distanció a las dos partes y que propició después algunos de los capítulos más lamentables en la historia reciente del club rojillo.

La sintonía entre ambos se había quebrado a principios del pasado mes de julio, cuando Alemany anunció un preacuerdo con Carlos González en el que intercaló una opción preferencial para el grupo de Serra, que debía aproximarse a la oferta planteada por el empresario tinerfeño. No obstante, ésta nunca se ejecutó por una serie de diferencias y durante unos días se abrieron las hostilidades. Afortunadamente, todo aquello es agua pasada.

A raíz de su último encuentro, que allanaría un hipotético acuerdo a corto y medio plazo, el mallorquinismo no descarta nada y observa ahora esa posibilidad como la más conveniente para la sociedad anónima isleña. Las malas experiencias protagonizadas por Paul Davidson, el mencionado González o los Martí Mingarro, han erosionado la imagen del club y han señalado a Serra Ferrer como una de las alternativas más fiables a la hora de asumir los mandos de la entidad y rehabilitarla.

En esa dirección, Serra Ferrer ya había trazado un plan actuación durante el estío de 2009. Junto a su grupo inversor, había logrado financiación para inyectar 30 millones de euros esta misma temporada y lo había calculado todo al milímetro buscando a eficacia y la optimización de recursos. Uno de los primeros movimientos que había previsto pasaba por liquidar todas las cantidades que se adeudaban a los futbolistas y reformar después la plantilla con un puñado de jugadores de primer nivel. Todo ello sin olvidar la presencia de la cantera, que contaba con un espacio privilegiado en su manual.

En cuanto a su equipo de trabajo, Serra pretendía rodearse de su gente de confianza y reclutar a algunos de los iconos del Mallorca. Además de ofrecerle a Mateu Alemany la presidencia del club y de contar con Gregorio Manzano, pretendía aterrizar en Son Moix de la mano de Pep Alomar, uno de sus más directos colaboradores, y recurrir a Miquel Àngel Nadal o Pere Terrassa.

En cualquier caso, todo eso ya forma parte del pasado y si Serra Ferrer decidiera dar un nuevo paso al frente debería replanteárselo todo. De arriba a abajo. Aún así, sigue siendo la gran esperanza del mallorquinismo.