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Después del incendio del Ajuntament de Palma, en 1894, Benet Pons i Fàbregues impulsó su reestructuración y gran parte de lo que hoy encontramos en la sala de plenos de Cort forma parte de un discurso iconográfico que bien podría arrancar con una lectura de la simbología que se presenta en los veintidós vitrales que coronan la estancia y que ahora se encuentran en plena restauración.
Fabricadas a principios del XX por la casa barcelonesa Amigó, las vidrieras recogen «los escudos de los antiguos territorios que conformaban la corona de Mallorca», explicó el cronista de la ciudad, Bartomeu Bestard. Así, encontramos piezas dedicadas, entre otras, a Rossellón, Montpelier, Mallorca o Cerdenya. Ahora todas se someten a una más que necesaria y delicada rehabilitación, a cargo Luis Moreno y Paula Castillo, de Restauración de Antigüedades y Vitrales.
El estado de conservación de estas vidrieras, un total de 11 parejas, era «bastante malo» y sus mayores deficiencias se encuentran en «el abombamiento de los cristales, la pérdida de masilla, fisuras o roturas, problemas de diseño y desprendimientos de algunas piezas», dicen los expertos.
Los restauradores ponen solución a sus males trasladando en camilla hasta su taller cada uno de los vitrales, que en otros momentos fueron sometidos a rehabilitaciones más precarias. La rehabilitación, valorada en 17.000 euros, continuará en agosto con la puesta a punto de los dos grandes maceros, que simbolizan el poder ejecutivo.
Según los restauradores, ésta rehabilitación, en la que se ha añadido a los vitrales un cristal de protección, garantiza la pervivencia de las piezas entre 60 y 100 años.
En la sala de toma de decisiones municipales se puede comprobar ya el resultado de esta cura, que pone freno a su degradación y asegura su conservación.