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Pocas veces los medios de comunicación se habían trasladado tantas veces a Estellencs. «Ahora existimos», decía ayer un vecino. Y es que desde el pasado 22 de febrero exactamente, el municipio no está aislado, pero casi. Ese día, un tramo de la carretera Andratx-Estellencs se hundió y quedó cerrada al tráfico. El próximo sábado, 84 días después, se permitirá el tráfico por uno de los carriles. Ayer, todos los bares tenían un cartel anunciando la apertura de la carretera.
Durante este tiempo, bares, restaurantes, hoteles, comercios... han estado a medio gas. Salvo ciclistas, pocos turistas se han acercado al municipio cuando en está época son un flujo constante. La ruta Andratx-Formentor es una de las más apreciadas por los extranjeros, quienes disfrutan de los municipios de la Serra de Tramuntana.
«El cierre nos ha perjudicado bastante», explica Antonio Ortiz, de la Cafetería Estellencs. «Por esta carretera pasan más de 1.000 coches diarios siguiendo el recorrido de la Serra».
Catalina Amengual, titular de la Cafetería Vall Hermòs, constata que durante este tiempo, «apenas ha venido gente. A ver si podemos salvar el resto de la temporada y podemos pagar».
«Es un pueblo pequeño y vivimos de la gente que pasa», afirma Antonio Balaguer, del restaurante Son Llarg. «Es nuestro principal recurso».
Catalina Moragues, del restaurante Montimar, también considera que «ha sido un desastre. Somos seis trabajando y hemos tenido que ir cogiendo días de vacaciones. Sobre todo, lo hemos notado al mediodía. Los turistas en vez de comenzar la ruta de la Serra por Andratx, la han iniciado en Valldemossa».
En Banyalbufar también han notado los efectos de la carretera. Piero Vallongo, del café restaurante Cas Cosí, dibuja con pocas palabras el panorama de estos días. «La crisis, la carretera, la nube volcánica...».
«La situación ya estaba mal por la crisis y con la carretera, ha empeorado», señala también Maria Utiel. «En la tienda de souvenirs apenas se ha vendido nada».