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Un forense ha examinado en los calabozos de la Comandancia de la Guardia Civil de Palma a Alejandro de Abarca y le ha tomado muestras biológicas para averiguar si abusó de Ana Niculai.

El lunes se encontraba de guardia en Palma el Juzgado de Instrucción número 11 y la Policía Judicial de la Guardia Civil solicitó que un forense se personara en las dependencias policiales de la calle Manuel Azaña y examinara al presunto asesino de la joven rumana. El objetivo era buscar muestras biológicas de la chica, que puedan demostrar a posteriori que el convicto abusó de ella durante el lunes que permaneció secuestrada.

Los resultados de esas pruebas biológicas han sido remitidas a la Dirección General de la Guardia Civil en Madrid, que en los próximos días, o quizás semanas, deberá remitir las conclusiones.

El convicto fugado, que debía regresar al Centro de Reinserción Social de Palma el lunes día 19 a las ocho de la mañana, se negó al principio a declarar ante los agentes que lo detuvieron en Selva y después mantuvo que era inocente y que él no había matado a Ana Niculai.

El día que fue arrestado aseguró a los guardias civiles que habían cometido un error con él y que, en realidad, él se llamaba «Rubén Ros de San Pere, y soy un excursionista catalán». Sin embargo, las pruebas dactilares desmontaron su farsa y se confirmó sin género de dudas que se trataba de Alejandro de Abarca.

En su cuerpo sólo presentaba algunos rasguños en los gemelos, pero ninguna marca visible que indicara que había luchado con alguien.

Las fuentes consultadas indicaron que el detenido, que hoy será puesto a disposición judicial en Inca, es de una complexión muy fuerte, a pesar de su 1,45 centímetros de estatura. «Tiene unos bíceps muy desarrollados, se nota que ha hecho mucho ejercicio o pesas en prisión», añadieron.

Ayer también se originó cierta polémica, que al final resultó infundada, al trascender un dato según el cual Alejandro había sido detenido por el Cuerpo Nacional de Policía durante un permiso de fin de semana, el día 10 de julio, nueve días antes del crimen.

Identificado

En algunos bancos de datos policiales de detenidos aparece como arrestado en esa fecha, pero en realidad se trató de una identificación por huellas en relación a un robo cometido en Palma. Alejandro de Abarca había cumplido más de nueve años en prisión por una serie de robos y desde diciembre pasado disfrutaba de permisos los fines de semana. El del 17 de julio fue el último que tuvo; ya no volvió y a los dos días supuestamente secuestró y mató a Ana Niculai.