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Las connotaciones especiales del derbi salpican a sus pizarras. La rivalidad regional o las urgencias de los contendientes se aderezan con un pulso en los banquillos que carga de un mayor voltaje el encuentro de mañana. El Bàsquet Mallorca quiere dar un paso al frente hacia la salvación y para ello deberá invertir la tendencia negativa de Xavi Sastre en los derbis, un duelo con una carga emotiva especial para el responsable técnico del ViveMenorca, Paco Olmos. El preparador valenciano precisa el triunfo para acabar con la sequía de los suyos lejos de Maó e Inca no le será precisamente un lugar extraño. Vuelve al punto de origen de su trayectoria profesional, pero cuando el balón esté en el aire los dos entrenadores querrán olvidar las estadísticas y la nostalgia que tiñen la víspera.
La balanza de derbis en Inca está inclinada del lado del ViveMenorca (seis de ocho) y contra estos datos también tiene su cuenta personal Xavi Sastre, que no ha saboreado el triunfo en duelos de rivalidad regional. Precisamente un derbi supuso la sentencia de Samaniego en Inca y la primera oportunidad del preparador mallorquín en la LEB en el curso 02-03. No obstante, Sastre cedió en el pulso de la segunda vuelta en Maó (98-89) y la campaña siguiente, la del descenso, cayó en Menorca (94-92) y en Mallorca (80-84). El reencuentro en la primera vuelta de la presente campaña tampoco permitió acabar con la 'maldición' y la escuadra naranja sucumbió en Bintaufa (95-87). La mala racha tampoco se pudo evitar en el encuentro del Trofeo Diada de Mallorca del pasado verano, cuando los anfitriones cedieron 81-82.
Los derbis no eran antaño terreno propicio para Paco Olmos, que como técnico del Bàsquet Inca sólo pudo celebrar un triunfo en la Copa Príncipe de la temporada 99-00 (49-70), un curso en el que los menorquines se impusieron 67-73 como visitantes y 73-67 como locales. Su vuelta al Palau hará que muchos focos se centren en él. No en vano se cumple una década de la irrupción del valenciano en la élite.
Década
Era una mañana soleada de finales de junio de 1999. Por la terminal vieja del aeropuerto de Son Sant Joan (Palma) aparecía un tirillas con pantalón de pinzas y polo de sport. Apenas gastaba 29 años, pero ese tipo imberbe con el pelo afeitado a cuchilla era el nuevo entrenador del Bàsquet Inca. Paco Olmos iba a masticar su primera temporada como profesional en una plaza que le granjearía un excelente futuro como entrenador: Huelva, Los Barrios, Pamesa, Calpe, Melilla... Una década más tarde, aquel entrenador enclenque de pizarra afilada vuelve a Inca. Lo hace enfundado en el traje del eterno enemigo y eso no pasa desapercibido pese a su natural timidez: «Este partido no lo juega Olmos, es un derbi entre el Menorca y el Mallorca», dice.
A poco de llegar a la LEB se encontró con un equipo armado de talento, pero algo corto de músculo. Inca había reunido a jugadores del perfil de Nacho Yáñez, Rafa Monclova o Roman Rubchenko y tardó poco en acelerar. A la séptima jornada el conjunto mallorquín atrapaba el liderato tras ganar en Ourense (73-81) y firmar un espectacular balance de 7-1. Esa misma temporada el Drac Inca firmó a Lou Roe y alcanzó el play off, del que fue apeado por el Cajasur en el quinto partido de la primera serie: «Inca fue mi primer destino profesional y siempre he tenido un gran recibimiento cuando he vuelto allí. Me aportó mucho aquella experiencia», explicó ayer.
Y es que Olmos apenas estuvo una campaña en el Palau, porque en el verano del 2000 fue reclutado por el Huelva. Tras su paso por Los Barrios las puertas de la ACB se le abrieron con la llamada del Pamesa, con el que fue campeón de la ULEB y subcampeón de Liga. Regresó a Mallorca con el Calpe y el Melilla, pero ahora lo hace con el ViveMenorca y eso lo cambia todo: «Espero no ser el foco de atención, que todo se centre en el juego», asegura.
Admite Olmos que los derbis ya no tienen la carga de dinamita de antaño, pero se felicita porque «al no generarse una polémica extra, nos centramos más en nuestra parcela, que es el juego. Habrá un bonito ambiente y nosotros tenemos una motivación superior por el desplazamiento de nuestros aficionados porque en la última ocasión que viajaron (Cáceres) les dimos un mal regalo».