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CARLOS MARTÍNEZ Objetivo cumplido. El fútbol se erigió en el único protagonista, los hooligans escondieron su cara más violenta y la fiesta pudo vivirse desde el inicio en un Lluís Sitjar preparado para cualquier imprevisto. La cordura se impuso y el pre-partido se saldó sin disturbios, rodeado de unas medidas de seguridad sin precedentes en la isla y con un ambiente inmaculado entre dos aficiones que evitaron cualquier amago de enfrentamiento.

El espectacular dispositivo policial anuló el miedo, aparcó la euforia inglesa y permitió a los aficionados mallorquines respirar aliviados ante la avalancha de hooligans que se dieron cita en los aledaños del Lluís Sitjar. Cien miembros de seguridad contratados por el club, cuatrocientos agentes de la policia nacional, entre ellos, varias dotaciones desplazadas de la peninsula, una unidad de caballería procedente de Valencia compuesta por doce caballos que controlaban el viejo Fortí desde las 17.30 horas, un grupo de doce perros procedentes de Madrid y hasta un helicóptero que controlaba desde el aire todo lo que sucedía velaron por la seguridad controlando al máximo el grueso de aficionados del Chelsea.

El punto álgido de la tarde, las puertas 11 y 12 situadas en la calle Gómez Ulla y por donde tenían que entrar la mayoría de seguidores ingleses, comenzó a recibir el flujo de aficionados de manera ininterrumpida a partir de las 18.15 horas. Muy controlados, la mayoría bastante ebrios y entonando típicos cánticos de apoyo a su equipo, los hooligans fueron entrando en el campo, totalmente cacheados y directamente a la barra de bar situada debajo de la grada del gol sur del estadio mallorquinista. Objetivo: agotar las existencias de cerveza, aunque estas fuesen sin alcohol debido a la prohibición de servir bebidas alcohólicas en cualquier recinto deportivo. Era igual, lo importante era beber, entonarse y disfrutar de la fiesta. Luego, el partido dictaría sentencia. Otro sector, más pequeño y situado en torno a la afición local, apuraba hasta el último minuto y monopolizaba los bares de los alrededores de la Plaza Barcelona que se encontraban abiertos, esto es, el Bar Encuentro o el Bar Londres, en busca de cerveza y juerga, mucha juerga.