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No hace mucho pregunté por un tipo con el que coincidía de vez en cuando en el bar de la esquina y que con el tiempo dejó de venir. Un amigo común me dijo que lo abandonó todo para ir a vivir a otro país, concretamente declaró que «quería salir de su zona de confort». Se pueden imaginar mi reacción. Con lo que me ha costado a mí llegar a esa zona como para salir ahora y marcharme a otro lugar. Será por pereza o por lo que sea, pero yo de mi zona de confort no me pienso mover ni un centímetro. Está bastante bien localizada y fundamentalmente tiene un ancho de metro y pico y un largo de unos cuatro, es decir, el sofá. Desde ahí se puede controlar el mundo. Pregunté por curiosidad los motivos que le impulsaron a salir de su zona de confort y me dijo, el amigo común, que quería vivir experiencias nuevas. Me faltó tiempo para subir a casa y teclear en Google ‘sal de tu zona de confort’ y lo primero que me encontré fue una página que me decía que dando ese paso «tendrás una vida más rica en emociones, en conocimiento y perspectiva». Lo que no dice es lo que cuesta eso. Yo solo arriesgo un euro y pico en el euromillón. Si algún día me toca saldré de mi zona de confort a lo bestia, pero por el momento no. Si fuera futbolista y jugara de defensa, a mí el entrenador no podría exigirme salir desde atrás con la pelota controlada. Yo soy defensa y defiendo y de mi zona de confort no me muevo ni un palmo, que la lío conduciendo el balón y lo entrego al contrario y entonces pasaría de la zona de confort sobre el campo al banquillo y de ahí a la grada. Los periodistas me pondrían un cero y pedirían mi venta. Está la cosa ahora como para salir de la zona de confort.