Estamos navegando en un entorno de estancamiento o, en el mejor de los casos, de crecimiento débil. No avanzaremos sin buenas tasas de productividad, entendiendo por productividad la relación entre lo que producimos y consumimos, que tiene que ser mayor que uno y cuanto más mejor, de forma sostenible.
Esta productividad no será suficiente si lo que producimos no es competitivo y lo será si con un precio técnicamente correcto, es más atractivo o supera en determinados aspectos a otros productos que hay en el mercado.
Con lo que vendemos hemos de obtener una cifra de negocio que, después de hacer frente a su coste, nos deje un margen con el cual poder atender a nuestras obligaciones financieras, retribución del capital, impuestos y un remanente para aumentar el capital técnico necesario para afrontar el próximo ejercicio.
Hasta aquí, un mínimo de condiciones necesarias pero no suficientes, a las que habrá que añadir las buenas prácticas para hacer frente a futuros desafíos.
La compañía tiene que estar pendiente de lo que pasa y pueda pasar, sabiendo que con las nuevas tecnologías e internet los pronósticos resultan difíciles. Se pueden adelantar algunos ejemplos:
- Se suponía que internet destruiría a las grandes compañías; ahora las grandes dominan internet.
- Los mundos físicos y virtuales son complementarios y no alternativos como se pensaba.
- La soberanía de las multitudes no se está imponiendo a la opinión de los expertos.
Los empresarios tienen que saber que en la era actual de los medios sociales, sus carreras son más vulnerables que nunca y que, como consecuencia de la revolución digital, viven en casas de cristal. Un comentario desafortunado puede transmitirse en un instante a una población considerable. Un uso imprudente del correo electrónico puede proporcionar información confidencial a un competidor.
Hay que aprender a dirigir a personas que aportan ideas y valor en plataformas de atracción que va creando la empresa, aprovechando que las tecnologías utilizadas están socavando las prácticas top-down. Gracias a la empatía generada, las personas reciben más poder para dar forma a su vida laboral.
Según McKinsey Quaterly aparecen tres cosas en el horizonte que deberían preocuparnos. La primera sería la funcionalidad de las máquinas inteligentes. La necesidad de darle un giro espectacular a la productividad será la segunda. La tercera hace referencia a la revolución de las ciudades.
Se nos señala que la mitad del crecimiento del PIB mundial hasta 2025 vendrá de 440 ciudades de mercados emergentes. De todo esto podemos deducir o inferir, si somos creativos, que habrá tensiones entre nuestra vocación universalista y predictiva y el particularismo de cada desarrollo local y lo inesperado e imprevisible.
Estamos obligados a abrir las ventanas y manejar el desorden para reorganizarnos, aceptando que, para avanzar, tendremos que transformar nuestra manera de pensar.
1 comentario
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No es tanto que las grandes dominen internet como que han surgido las grandes de internet como operadoras de un sector diferenciado, pero sí es cierto que cualquier PYME puede llegar con facilidad a cualquier rincón, si bien en ambos mundos (en realidad es sólo uno, la diferencia refiere a distintos canales de comercialización) el tamaño supone ventaja competitiva. La competitividad deviene en elemento clave (conseguir a pesar de la competencia "colocar" el producto por la razón que sea) más que la productividad, pues ésta en cuanto a los factores de producción tradicionales otorga ventaja estructural a los países emergentes y justifica le relocalización y si viene por I+D simplemente otorga un posicionamiento favorable coyuntural hasta que el cambio tecnológico se adopte por otras estructuras productivas. Eso sí, una cosa es absolutamente cierta, el grado de incertidumbre jamás había sido tan alto.