Donald Trump podría volver a intentar ser presidente de los Estados Unidos en noviembre. | Reuters - SCOTT MORGAN

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El lícito propósito de buscarse una vida mejor acaba demasiadas veces en tragedia. Termina un año, arranca otro y el drama se repite, como un bucle maldito, en el mar Mediterráneo y el oceáno Atlántico. Este 2023 que nos ha dejado proyecta que la cuestión migratoria sigue más en boga que nunca, y en Canarias se han superado las cifras de la crisis de los cayucos de 2006. En el Mediterráneo Central no cesan los rescates en alta mar ni las llegadas a puerto de personas exhaustas, con la mirada perdida en las olas. No es de extrañar pues los datos asustan.

Según la información actualizada a finales del mes de diciembre del Ministerio del Interior de Italia, 153.677 migrantes llegaron a las costas del país transalpino en 2023. La mitad de ellos lo hicieron sin ayuda, y el resto fueron rescatados por patrulleras italianas. Menos de 6.000 recibieron socorro por parte de barcos humanitarios, cuya labor en ocasiones es puesta en entredicho por parte de las autoridades locales.

En todo caso el portavoz de la Oficina de Coordinación para el Mediterráneo de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), Flavio di Giacomo, denuncia que «este año han muerto 2.271 personas en el Mediterráneo central», un 60 % más que en el mismo periodo del año pasado. Todo ello, a pesar del flamante compromiso europeo por cambiar las normas del asilo y la redistribución de las personas que llegan a las fronteras exteriores de la Unión Europea (UE).

Sea Watch rescata a 118 migrantes y la Guardia Costera italiana a otros 250 en Nochebuena
Equipos de rescate y migrantes en el mar Mediterráneo. Foto: Efe.

Del reto inconmensurable de gestionar los flujos migratorios en el sur de Europa a algo totalmente novedoso, un terreno virgen, inexplorado y casi sin precedentes. El experimento de Argentina, con el gobierno ultraliberal y ultraprivatizador de Javier Milei, atrae la atención de propios y extraños dentro y fuera de Latinoamérica. Las manifestaciones en las calles no se han hecho esperar después de la presentación del plan de la motosierra de Milei, un proyecto ómnibus de ley de emergencia que el Congreso de la Nación debía revisar para declarar la emergencia en todos y cada uno de los ámbitos de la vida pública argentina; desde la materia económica, a la financiera, fiscal, social, de seguridad, defensa, energética, sanitaria y social.

La emergencia revestía a Milei de plenos poderes y las atribuciones del líder ultra podían prorrogarse por dos años. La primera ley de Milei reforma, elimina o agrega un total de 664 artículos legales, una auténtica revolución desde el punto de vista formal que tiene al país de la hiperinflación acaparando la atención mundial. Nunca antes se habían visto en una así en Argentina, una de las naciones más potentes del continente sudamericano y acostumbrada a toda clase de vicisitudes a fuerza de realidad.

Manifestación contra el gobierno de Javier Milei
Manifestación en las calles argentinas por los planes de Milei. Foto: Efe.

Sin duda, uno de los epicentros informativos en clave internacional de este año 2024 se ubica en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, que se celebrarán si no hay ninguna novedad que lo impida el próximo martes 5 de noviembre, y que podrían comportar el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca. El mediático y díscolo magnate neoyorquino tratará de aprovechar los momentos delicados por los que transita la popularidad de su previsible oponente, el actual presidente Joe Biden, para dar la campanada y volver a aferrarse al poder en la cúspide de la principal potencia militar y económica del mundo.

Hablando de poder mundial, deberemos permanecer muy atentos a los movimientos de otras grandes potencias internacionales que, en los últimos tiempos, han apostado firmemente por la multipolaridad y por revertir las correlaciones de fuerzas y el mismo orden internacional. Con China y Rusia, pero también India, determinadas a seguir ganando peso específico en el tablero internacional, los conflictos diplomáticos y los desencuentros seguirán al orden del día en cuestiones recurrentes e irresolutas, como por ejemplo Taiwán.

De disputas que por el momento carecen de solución hablaremos en este 2024, especialmente en lo que atañe a la invasión rusa de Ucrania, o las operaciones israelíes en Palestina para desarbolar la estructura terrorista de Hamás. La guerra en el Este de Europa corre el riesgo de congelarse y cronificarse, a pesar de que fuentes cercanas al Kremlin, como el entorno del jefe de la guerra checheno Ramzán Kadyrov, sitúen sobre el mes de junio un eventual fin de los combates de Rusia en el país vecino.

Previsiblemente irán para largo las incursiones israelíes tanto en la Franja de Gaza como en la Cisjordania ocupada, en un intento del gobierno de Benjamin Netanyahu de acabar con los islamistas que planearon y ejecutaron el ataque masivo del pasado 7 de octubre. El riesgo de contagio a toda la región es evidente, partiendo de Yemen y los ataques en el mar Rojo o la frontera de Líbano. Pero lamentablemente no solo hay dolor y sufrimiento en estos puntos del globo. La guerra civil en Siria, de la cual el próximo mes de marzo se cumplirán trece años, los enfrentamientos en Birmania, o la violencia en el Sahel son solo ejemplos de que ahí fuera, lejos de nuestras fronteras, queda mucho por contar.