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Probablemente se habrán fijado que cuanto más se complican las cosas, y todo empieza a ir de mal en peor, más nos insisten los poderes públicos, y los predicadores televisivos y digitales, en que hay que plantar cara, afrontar esto y lo otro, mantener el tipo, estar a las duras y a las maduras, etcétera. ¡Plantar cara! ¡Afrontar! Tal vez hubo épocas en las que tal comportamiento tenía algún sentido, y era signo de valentía y dignidad humana. Pero ahora, y desde hace décadas, visto que lo que hay que afrontar está muy por encima de nuestras posibilidades, y para nada depende de nosotros (retos globales, se llaman), es una soberana tontería. Hace tiempo que yo no planto cara, ni afronto nada; me escabullo. Me escabullo bastante bien, soy bueno en eso, aunque no tanto como los grandes maestros de la escapatoria y el escaqueo, en su mayoría chinos del siglo XV. Ya en el clásico A la orilla del agua, que narra las aventuras de los 108 forajidos de la ciénaga Liangshan, se repite a menudo la máxima «De las 36 maneras de salir del apuro, la mejor es escabullirse».

Se trata pues de un arte de larga tradición, aunque muy desacreditado hoy en día. Precisamente cuando no sólo es la mejor opción, sino la única ante la dimensión global de los apuros mencionados. Sean los que sean, procuren escabullirse; es vital, fundamental. Yo me escabulliré, y si no saben cómo se hace, más vale que aprendan rápido los fundamentos de ese antiguo arte. En el que más importante que la rapidez es ser sigiloso y resbaloso, de color parduzco, escurridizo. Y es preciso volverse muy tenue, como las tenues criaturas mitológicas célticas, hadas y demás, que si cuando están escabulléndose alguien intenta agarrarlas, no agarra nada. Es el efecto de lo tenue unido a lo resbaloso. Si a esas virtudes añadimos, con el debido entrenamiento, una por así decir habilidad de deslizamiento, ya podremos escabullirnos de cualquier sitio y situación ponzoñosa. Dominarán el gran arte. No se les reconocerá mérito ni talento alguno por ello, y en cambio recibirán miles de vituperios, pero como ya no estarán allí para oírlos por haberse escabullido, qué más da. Afrontar qué. Qué es eso de dar la cara. Y para qué.