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Cómo le gusta decir al PSOE que son valientes, muy valientes. Les gusta repetir que lo suyo es el diálogo, el reencuentro, la convivencia y, por supuesto, la transparencia. Estas son virtudes vinculadas a la necesidad de los votos de Junts.

El PSOE está muy exquisito y asegura que ahora es el tiempo de Feijóo y que sólo cuando él fracase se iniciarán las negociaciones. Supongo que no habrá un solo español que dé por bueno que ya en estos momentos no hay negociaciones con un altanero Puigdemont que sabe que de él depende la gobernabilidad de España. Habla en nombre de Cataluña cuando el PSC suma más votos que todos los independentistas y que incluso el PP obtuvo más votos en Cataluña que Junts. Equivocan Cataluña con el independentismo y, asumido esto, el gobierno en funciones ya se está afanando en satisfacer los deseos del prófugo de obtener la amnistía y luego lo que vaya surgiendo.

Ahora, buena parte del debate se centra en si la amnistía es constitucional o no, pero ese no es el debate. El debate es previo. ¿Es propio de una democracia dar por no ocurrido un golpe en toda regla a la Constitución? ¿Se fortalece el Estado democrático español diciendo que aquí no ha pasado nada para que Sánchez sea presidente? ¿Por qué amnistía para Puigdemont y no para los socialistas condenados por los ERE? Pues porque ni Chaves ni Griñán son necesarios para el Gobierno de «progreso».

Puigdemont no apoya a Sánchez, sino que ve en él y en su deseo de continuar en Moncloa una oportunidad para conseguir ahora lo que no se consiguió con el desafío a la Constitución. No hay amor, solo interés. Por ello, porque se dan cita los intereses, habrá acuerdo, habrá amnistía, y con el tiempo lo que vaya surgiendo. Que la gobernabilidad de España dependa de poco más de 300.000 votos es asumir una responsabilidad que poco o nada tiene que ver con la valentía. Es más bien una temeridad institucional de la que los socialistas tendrán que rendir cuentas.