Un día más. Miro hacia arriba. Podría subir en ascensor. Me resultaría más fácil y menos doloroso, pero, no. «Buenos días, profe, ¿Cómo estás?». - Bien, chicos. Sentaos. Vamos a empezar la clase. Me encantan esos críos de 5º de Primaria. Disfruto, incluso en estos tiempos tan raros que estamos viviendo. Malos tiempos para todo. Especialmente, para alguien que, como yo, es nueva en este terrible universo del dolor. -¿Qué tal?, ¿Cómo estás?, me saludan mis compañeros de pasillo. Saludos que no esperan respuesta. - Bien, contesto. Bien…
Y desearía gritar :-No. No estoy bien. Me muero de dolor, de rabia, de impotencia… A veces, lloro en silencio. Aunque exteriormente sea la misma de siempre. Desde hace diez meses el dolor es una constante en mi vida. Mi vida es dolor. El levantarme cada mañana, supone un reto diario y el llevar una vida 'normal', me destroza. Tengo el cuerpo roto, y el alma rota. Cualquier cambio hará que se dispare el desconocido resorte que agravará esa dura fibromialgia que me roba la vida. -«Pero hoy estás mejor, ¿verdad?. Tienes muy buen aspecto»...
Y yo, me limito a asentir… ¿Quién puede sospechar que bajo esa capa de 'normalidad' se esconde una realidad tan dura y difícil? Sigo adelante. Orgullosa de mí misma. No, no dejaré que esa enfermedad invisible me gane la partida. No me importa, FIBROMIALGIA, cuán difícil me lo pongas... porque yo sólo tengo una vida: ESTA vida.Y la voy a seguir viviendo.