Contemplar la monotonía, vulgaridad y pobreza de los jardines y zonas verdes de Palma te lleva a pensar que en esta ciudad no hay paisajistas. Ni siquiera gente con un mínimo de formación para llevar a cabo estas tareas. La prueba más evidente la podemos contemplar en cualquiera de las zonas verdes que proyectan, o mantienen, desde el ayuntamiento o desde el Consell. El «cacareado » bosque del Canódromo es sólo un ejemplo más de la falta de sensibilidad e imaginación a la hora de ejecutar una zona verde: se han limitado a plantar cuatro anodinos árboles, sin colorido, y unas farolas mastodónticas. Los parterres de la entrada a Palma, viniendo desde el aeropuerto, son de una pobreza inenarrable. En dicho espacio, el Consell se ha limitado a plantar unos raquíticos palmitos semisecos y ni un solo árbol o arbusto que alegre la vista de los paseantes.
En cualquier ciudad española, o europea, diseñan los jardines para embellecer y dar colorido a una zona. Una vuelta por el parque de María Luisa o por el Parque del Retiro bastaría para hacernos una idea de lo que estoy denunciando.
Aquí, por desidia o incompetencia, nos limitamos a sacar del vivero lo primero que tenemos a mano y lo plantamos.