En nuestra sociedad, la conciliación entre la vida laboral y familiar sigue siendo un reto. Para muchas mujeres, el hecho de convertirse en madres implica renunciar o modificar su trayectoria profesional, en un sistema que todavía no ofrece las facilidades necesarias para equilibrar ambos aspectos. Ajustar el trabajo para adaptarse a las responsabilidades familiares debería ser un hecho garantizado, no un privilegio al alcance de unas pocas.
El bienestar de la familia y el desarrollo profesional no deberían estar en conflicto. Sin embargo, la falta de políticas laborales flexibles y la presión constante en el entorno profesional generan barreras que muchas madres deben enfrentar. La conciliación debería basarse en la posibilidad de tomar decisiones sin miedo a perder oportunidades laborales o ser penalizadas por priorizar la familia.
Eva Moreno Tricas