Como estudiante universitaria, he vivido de primera mano cómo la tecnología y, ahora, la inteligencia artificial han cambiado la manera en que aprendemos. Desde las clases virtuales hasta herramientas de IA que ayudan a resolver dudas o hacer resúmenes, las nuevas tecnologías hacen que todo sea más rápido y accesible. Pero hay veces en que me pregunto si nos estamos perdiendo cosas importantes en el proceso.

Recuerdo que una vez, mientras usaba una de estas herramientas para un trabajo, sentí que estaba “dejando” que la tecnología pensara por mí. Fue un momento breve, pero me hizo reflexionar sobre el límite entre apoyo y dependencia. La vida universitaria debería ser un equilibrio: aprovechar la tecnología sin perder de vista la importancia de nuestro propio pensamiento crítico. En última instancia, creo que necesitamos una experiencia que combine las ventajas digitales con la riqueza del aprendizaje presencial y humano.