España, impecable

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Pasadas estas semanas santas (incluida la Semana de Pasión), podemos seguir vanagloriándonos de ser un país, en lo que es posible en nuestro tiempo, impecable.

Es cierto que hemos tenido que ceder verbalmente a la modernidad y declararnos aconfesionales, pero la cruz sigue culminando nuestra bandera y la corona de nuestro jefe de Estado, mientras que la gran mayoría de nuestros presidentes y ministros han jurado sus cargos ante crucifijos, los jueces se encargan de castigar a quienes ofendan los sentimientos religiosos ajenos y los políticos, de desde Podemos a Vox –según vimos hace poco en las elecciones andaluzas–, se fotografían con imágenes religiosas.

¿A qué seguir? Como acabamos de comprobar, la mayoría de nuestras festividades siguen siendo religiosas, y en las semanas santas se prohíben no sólo manifestaciones con otras opiniones sobre el tema, sino incluso, como este año, la policía, cuya placa de identificación corona una cruz, ha detenido e identificado a una docena de pacíficas mujeres que, como era ya habitual, intentaban en Madrid renunciar a esa asociación. Vamos, que declaraciones como las del cardenal Rouco de que «en Madrid se peca demasiado » responden sólo a un magnífico y desinteresado apoyo al sector turístico.